Trece meses mirando al cielo y apenas unas pocas gotas que para nada alivian la situación. Si el año hidrológico que concluyó el 31 de agosto fue calificado como el más seco desde que se tienen registros (131 años), con un déficit de lluvias del 60% en Extremadura, el que arrancó el 1 de septiembre tampoco ha entrado con buen pie: lo que ha caído no llega a la mitad de un septiembre normal, lo mismo que pasó en agosto. En este momento, y según datos del Instituto Nacional de Meteorología (INM) cerrados a 20 de septiembre, la reserva de humedad de los suelos extremeños está en el 5% de su capacidad.

Así, no es de extrañar que la organización agraria UPA refleje en su último informe, cerrado a finales de julio, que "la sequía ha dañado el sistema productivo de forma irreparable en el sector ganadero". De hecho, y según esta organización, la ausencia de una primera floración de pastos traerá como consecuencias que "aunque llueva mucho en primavera", los pastizales tendrán una producción más baja de lo normal. En agricultura, el daño económico en menos grave, pero los cultivos herbáceos tendrán rendimientos escasísimos.

¿Y va a llover? Pues no se sabe. Hasta donde alcanzan las predicciones fiables (siete a diez días) no. Después, entraría la adivinación, puesto que las previsiones a medio plazo se hacen sobre estimaciones estadísticas, y al no haber precedentes de una sequía igual, tampoco hay estadística.

Hasta ahora, la situación se va salvando gracias a la gran capacidad de embalse de las cuencas extremeñas. Sin embargo las reservas empiezan a mermar de forma alarmante: Alcántara está a un tercio, Gabriel y Galán a menos del 10% y Valdecañas al 40%. En el lado del Guadiana, la situación es algo mejor, y hay un 57,8% de reservas. Esto es 1.300 hectómetros cúbicos menos que hace un año, o, lo que es lo mismo, la capacidad del Cíjara.