El final del túnel todavía no ha llegado, pero sin duda, el 2011 será un año de inflexión para la economía española. Después de tres años de crisis acuciante, que han dejado 4,5 millones de parados en España, en el horizonte todavía pintan nubarrones, pero con algunos pequeños claros de tímida recuperación.

El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero reconoció tarde la crisis y, por tanto, retrasó la toma de decisiones para paliarla. Forzado por los mercados, el Ejecutivo se vio obligado a tomar medidas de urgencia durante el 2010 para frenar el contagio de los rescates de Grecia e Irlanda. Se aprobó una reforma laboral exprés, se inició un cambio del modelo de pensiones (con efectos a muy largo plazo) y se aprobó una rebaja de impuestos a pymes y un proceso de privatización de aeropuertos y de loterías, entre otras muchas medidas incluidas en diversos planes de choque fragmentados. Las privatizaciones van en la dirección de hacer caja y compensar la caída de los ingresos por las rebajas de impuestos a las empresas, mientras que la reforma laboral quiere fomentar la contratación y facilita el despido.

La previsión del Gobierno es que la economía ha tocado fondo y que, por tanto, en el 2011 empezará a despegar. La cifra oficial apunta a un crecimiento del 1,3% este año, un tasa que el Fondo Monetario Internacional (FMI) considera alejada de su veredicto: el 0,7%.

En todo caso, se puede considerar que la economía española ha dejado atrás oficialmente la recesión (que es la acumulación de dos trimestres consecutivos con tasas negativas). Durante este año, el principal problema de la economía española será la tasa de paro, que está en registros muy elevados, y la finalización de las prestaciones de desempleo de personas que llevan dos años sin trabajo. Aunque la economía española empiece a crecer, existe un consenso de los expertos en que tan solo se creará empleo cuando progrese en tasas por encima del 2%. Con una previsión para el 2011 de entre el 0,7% y el 1,3%, las perspectivas no son muy halagüeñas.

Para reactivar el mercado de trabajo hace falta que las empresas empiecen a invertir de nuevo y a realizar nuevos proyectos. A su vez, el tejido empresarial se encuentra ahogado por la carestía del crédito. Llegados a este punto, nos topamos con uno de los mayores problemas de la economía española, que es la situación real del sistema financiero. Los bancos y las cajas se encuentran en pleno proceso de digestión del gran festín inmobiliario.

Agencias de calificación

Con unos balances repletos de solares, pisos e inmuebles de todo tipo, las entidades financieras son la principal diana a la que disparan las conocidas agencias de calificación, Moody´s, y Fitch. La morosidad reconocida por este sector es del 5,5% de media, pero la realidad es que informes de reconocido prestigio apuntan a que podría ser el doble.

Este desfase de cifras se basa en el hecho de que, al quedarse con los activos inmobiliarios a cambio de deuda, los bancos y las cajas no se anotan como mora estos impagos. Sin embargo, los inmuebles pasan a sus balances. Esta situación de sobresaturación tendrá un efecto pernicioso en la economía.

Las entidades financieras no darán créditos fácilmente y, si lo hacen, serán mucho más caros, con requisitos de solvencia más elevados, es decir, con garantías más estrictas. La barra libre del crédito se ha terminado y si bien es cierto que la memoria es corta, pasarán años hasta que regrese la euforia, como también pasó en el crack de 1929.

Las pequeñas y medianas empresas, que son el 90% del tejido empresarial español, no tendrán fácil obtener liquidez para sus proyectos. Actualmente, tan solo las compañías con proyectos internacionales y, especialmente, en países emergentes, logran financiación de la banca, que evalúa minuciosamente el plan de negocio presentado.

El sector de las cajas de ahorro ha vivido una fuerte reestructuración durante el 2010, que todavía no ha tocado a su fin. Es una incógnita conocer cómo se implementará de la nueva legislación del sector que permite a las cajas captar capital en los mercados con la emisión de cuotas o bien a través de su conversión en bancos. No es gratuito, por ejemplo, que la mayor caja española, La Caixa, haya dado un paso al frente con un proyecto, aunque todavía embrionario, de transformarse en un banco.

Los nuevos requisitos de solvencia internacional, bautizados con el nombre de Basilea III, barrerán el actual mapa financiero internacional para dejar un sistema más fuerte, con entidades de mayor tamaño. La reestructuración del sistema financiero español aún no ha concluido, ya que la mayoría de las fusiones y operaciones presentadas son insuficientes desde el punto de vista de los requisitos de solvencia.

Pez que se muerde la cola

Y como el pez que se muerde la cola, sin crédito, las empresas tendrán dificultades para crecer, y sin crecimiento, las contrataciones de personal serán tímidas y, por tanto, el desempleo tampoco se reducirá de forma ostensible. Así las cosas, será importante ver el efecto que tendrán las medidas fiscales del Gobierno, a nivel estatal. Ya que al reducir la carga impositiva, las empresas andarán más ligeras.