Sobre la naturaleza y el esplendor que nos ofrece una perla preciosa, con su perfecta simetría, impoluto lustre y atractivo color, ya se ha escrito de sobra ¿Por qué no buscarle un sentido más a este proceso?

Tanto refinamiento y belleza, tienen que ver con las ganas de vivir del individuo marino que, entre sus valvas, se convierte en artista. Nos sorprende que la realización de esta joya (en el más absoluto de los aislamientos) sea el resultado de una defensa por cuidar el espacio y la vida.

Esta obra de arte, nos puede acercar más a la idea de la espontaneidad intrínseca del arte por sí mismo. Sin afectaciones. Aisladas en nuestra propia imaginación (al estilo de la ostra) y ayudados con un poco de esfuerzo y dedicación, podemos llegar a cultivar nuestras propias habilidades; todavía por descubrir. Un buen ejemplo (que nos viene de perlas) es el de estos moluscos bivalvos.