Demencia. Sí. Así se la podría denominar. No tiene mucho sentido, salir cargaditos del local de copas a las cinco de la madrugada y montar un inapropiado escándalo, para esas intempestivas horas; consideradas de descanso no hace mucho. Pero parece ser que las costumbres van tomado otros derroteros en el bagaje cultural.

La demencia se impone a la coherencia, en esta nueva cultura del beber, escandalizar e increparse; sin acordarse del, tan en desuso, verbo respetar. Esta lacra demencial, quiere tener al corriente de sus dimes y diretes al vecindario adyacente, con sus borracheras, sus desentonados gritos y su indómita música tuneada. Con el permiso o la dejadez de las normas competentes.

Sé que esto tendrá el efecto de aquel que predica en el desierto. Pero, al menos, por un instante, tomo y predico con la palabra en los albores del día.