Al igual que Dante no descendió al infierno pero escribió sobre ello, David Benioff (Nueva York, 1970) no conoció la Perspectiva Nevski durante el asedio nazi a Leningrado (hoy San Petersburgo), pero en su última novela, Ciudad de ladrones (Seix Barral), lleva al lector al alma de dos jóvenes rusos que tienen que buscarse la vida, y no perderla, en medio del delirio de la guerra. Novelista y guionista --Cometas en el cielo, Lobezno y Troya , así como de la adaptación de su novela La última noche --, Benioff juega con la posibilidad de que la trama sea la historia real de su abuelo.

No pretende rendir un homenaje a su antepasado pero sí tiene un "sentimiento de culpa", explicó el autor hace unos días en Madrid, porque cuando murió se dio cuenta de las "oportunidades" que había perdido para conocer muchas historias de una época trascendental.

Pese a que el libro es pura ficción, el autor juega a ofrecer una desgarrada biografía familiar (presta el apellido al personaje central) cuando lo que esconde es una historia de amistad. Lev Beniov, un joven de 17 años con un padre poeta deportado a Siberia por el estalinismo, conoce durante el asedio alemán al desertor Kolya, y ambos se juegan la vida, ante la amenaza de perderla, por una docena de huevos.

"No me interesan esas historias del ´yo-yo-yo´ que predominan en las novelas de ahora: la casa, la novia, la gran ciudad... No me parecen historias memorables. Son enormes monólogos interiores que casi son un arte masturbatorio. Me gusta más la épica, prefiero Moby Dick o Por quién doblan las campanas ", afirma y añade enfáticamente: "Llámeme narrador o contador de historias pero lo cierto es que persigo con ansias el viejo esquema de contar historias y escucharlas".

Para Benioff un buen libro tiene que tener la "dosis justa" de humor. El ha encontrado en los periódicos de la época un "humor cínico que solidifica el carácter ruso" y que en Ciudad de ladrones actúa como bálsamo en las miserables existencias de los protagonistas.

Como escritor para el cine, Benioff sabe que Hollywood deja los guiones apenas reconocibles por sus autores, que pierden el control de su creación, y no quiere que le pase con esta novela para la que ha tenido ofertas. "Prefiero que no se haga la película a que hagan algo que no me guste", afirma el autor enamorado del cine de los años setenta.