El último número de Nature , la revista científica más prestigiosa del planeta, recoge por primera vez en su historia un estudio elaborado íntegramente por un equipo de investigadores de la Universidad de Extremadura. Al frente de este grupo ha estado Juan Carranza, que ha coordinado el trabajo de Susana Alarcos, Cristina Sánchez-Prieto, Juliana Valencia y Concha Mateos. Los cinco son autores de Disposable-soma senescence mediated by sexual selection in an ungulate , un estudio que analiza el envejecimiento programado genéticamente en el ciervo.

Publicar en una revista de este calibre no es ni mucho menos una tarea sencilla. Nature es la revista científica con un mayor índice de impacto --una medida númerica que se emplea desde hace años en los cálculos de productividad de los trabajadores de la ciencia-- del mundo. Escribir en ella es el objetivo de cualquier investigador que tenga algo relevante que dar a conocer en el campo de la ciencia. Sin embargo esto hace que también sea la más exigente. Más de un 50% de los artículos que recibe esta publicación son rechazados sólo con la lectura de los resúmenes. El resto se remite a varios expertos en el tema que deben de emitir una valoración muy favorable sobre él. Al final, del conjunto de trabajos recibidos se acaba publicando menos de un 10%.

EL SOMA DESECHABLE

El estudio elaborado por el equipo de Carranza ha descubierto evidencias empíricas que probarían la veracidad de la teoría del soma desechable , basada en que las estructuras corporales de los organismos están ya programados desde su nacimiento para vivir durante un número de determinado de años, sólo los que les permitan perpetuar sus genes a través de la descendencia.

La investigación se cimenta en el estudio del desgaste de las piezas dentales en hembras y machos de ciervo. El estudio, para la que se han recogido muestras de unos 3.000 ejemplares, recoge cómo los machos de ciervo poseen dientes más pequeños que las hembras a pesar de su mayo tamaño y de que deben de consumir más forraje, por lo que deberían estar preparados para un mayor desgaste.

De esta manera, el estudio pone en relación entre la duración de los dientes en ambos sexos y su esperanza de vida. Los machos viven de 12-13 años de media, mientras que las hembras duran hasta los 18-19 años. "El hecho de que sobre los diez o doce años un macho tenga sus dientes totalmente desgastados y a esa misma edad una hembra se encuentre a mitad de este proceso implica que el envejecimiento y la muerte están planificados para que lleguen antes en unos que en otras", afirma Juan Carranza que añade: "Lo hemos probado con los dientes, pero probablemente se podría hacer con cualquier otra estructura corporal que fuera medible".

ESTUDIO DEL ENVEJECIMIENTO

La idea del soma desechable constituye una de las principales teorías en el estudio del envejecimiento. Basándose en ella los expertos sostienen la importancia de las dietas hipocalóricas en el tratamiento de la tercera edad. Con este tipo de dietas el organismo consideraría que no se encuentra en una situación óptima para la reproducción y dedicaría los recursos existentes para conseguir mejorar las condiciones de otras estructuras corporales, lo que alargaría la vida de los individuos.

Carranza subraya que, en el caso de la especie humana, la diferencia existente entre sexos en envejecimiento podría parecer que no está basada en el hecho de que las posibilidades reproductivas decaigan a una edad más temprana en los machos que en las hembras, como sucede en el ciervo. Sin embargo, aquí la justificación vendría dada por otro factor, la menopausia, una adaptación muy peculiar dentro del reino animal.

En este sentido, un estudio internacional de científicos de las universidades de Turkuu (Finlandia), Sheffield y Cambrigde (Reino Unido) y Quebec (Canadá) publicado en marzo en Nature aporta más datos sobre este tema, ya que muestra que las mujeres que superan la edad menopáusica y que contribuyen al cuidado de los nietos tienen mayores posibilidades de supervivencia. Aquellos niños cuyas abuelas no superaron la edad de la menopausia, y por consiguiente no pudieron recibir los cuidados de éstas, muestran una menor capacidad de supervivencia y menos eficacia en su éxito como individuos.

De esta manera, la mayor longevidad de la mujer frente al hombre se explicaría por una mayor capacidad de ésta para contribuir al éxito reproductivo en la especie a través del cuidado de su prole de sus hijos. De ser verdad, esto convertiría el fenómeno de la menopausia en un mecanismo natural fundamental ya que frena la capacidad reproductiva propia para emplear los recursos en el cuidado de los nietos (reproducción indirecta) con resultados más eficaces para el paso de los genes propios a las generaciones posteriores.