Tras la reconquista de Cáceres por las tropas leonesas de Alfonso IX, el territorio comenzó a repoblarse y a cristianizarse. Las ermitas proliferaron desde entonces, especialmente en el concejo de Cáceres y sus alrededores, donde llegaron a superar la treintena. La mitad se han perdido o están a punto de hacerlo, pero la otra mitad mantiene una función religiosa.

Entre las primeras estaba San Marcos el Mayor (siglo XIII), junto a la torre de los Pozos. Se derribó en el siglo XX, pese a que cuentan que allí se celebró nada menos que la primera misa tras la conquista de Cáceres por las tropas de Alfonso IX. Un poco más arriba, en las Tenerías, se ubicaba la ermita de San Lorenzo (XIV), donde rendían culto los caleros y curtidores. Y al lado, en Villalobos, estuvo San Lázaro, que ya existía en el siglo XVI y que desapareció en el XVIII. Su cofradía era la de San Andrés.

Nada queda del Humilladero (XIV), que se ubicaba junto al puente de San Francisco, donde hoy se levanta el Museo Pedrilla. Resistió hasta principios del siglo XX pero dejó su lugar a una fábrica de harina. En el recinto intramuros se emplazaban dos ermitas: Santa Catalina (XV), frente a la actual sede de la Diputación, anteriormente Beaterío de Santa María de Jesús, que sucumbió en el siglo XIX; y San Antonio de Padua (XVII), en la calle Olmo, hoy convento de las Jerónimas.

Otro de los atropellos al patrimonio se produjo con la ermita de San Antón (existen referencias desde el siglo XVI), demolida en 1890 donde hoy se sitúa el Gran Teatro. Aquella zona se conocía como las afueras de San Antón y de allí partía el Camino Viejo de Malpartida. La expansión de la ciudad acabó con este recinto. Así ocurrió con los Santos Mártires, derribada en 1845 para levantar la plaza de toros. Es cierto que su pérdida generó polémica, y por ello se construyó otra ermita del mismo nombre en el Paseo Alto (XIX), que acaba de reabrirse al culto.

Hubo emplazamientos destacados, como la plaza Mayor, que concentró dos recintos de este tipo: San Salvador (siglo XV), cuyo lugar fue ocupado por la actual ermita de la Paz; y San Benito (siglo XVI). También en la calle Peña hubo hasta tres ermitas conocidas desde el XVI: San Benito, San Bartolomé y San Antonio el Viejo. Al lado, en la calle Sancti Spíritu, había otra del mismo nombre (XV).Y en Clavellinas estaba la ermita de Santo Domingo Soriano (XV).

Algunas todavía tienen su traza visible, pero están prácticamente perdidas. Como San Ildefonso (XVI), que fue un taller mecánico, luego una sala de arte y ahora un restaurante. O Santo Vito, una ermita caminera de la que existen testimonios desde el siglo XVI, que se encuentra en ruinas. De momento siguen sin materializarse los intentos por recuperarla.

Otras ermitas del casco urbano sí resisten el paso del tiempo y los avatares de la historia. Forman un amplio y valioso conjunto: la Soledad (XV), San Benito (indicios desde el siglo XVI), el Amparo (XVII), el Calvario (XVI), San Marquino (XV), la Virgen del Vaquero (XVII), San Antonio (XV), la Paz (XVIII), las Candelas (XVI), Santa Gertrudis (XVII), la ya citada de los Santos Mártires (XIX) y la Santa Cruz (XV), situada dentro del palacio de la Isla. Otras dos ya se han convertido en parroquias: San Blas y Espíritu Santo