A las puertas de Acisjf están las colas del hambre. Su presidenta, Corazón Rosado, no quiere que aparezcan en la foto de este reportaje. Pero ahí están y no son invisibles. Hombres y mujeres con las bolsas de plástico del Mercadona cargando sobre el hombro. Les dan carne, azúcar, harina, bollitos, leche, lentejas, arroz... Es una cola que se hace interminable, que provoca nudos en el estómago como los nudos esos que hacen los marineros cuando atracan en el puerto y no hay quien los deshaga. En la cola esperan gentes como usted o como su vecino, porque antes a los pobres se les veía de lejos, pero ahora no, ahora forman parte de la clase media, castigada por la crisis económica, el cierre de empresas, el coronavirus. Cuentan en las noticias que esto ya ha pasado, que nos estamos recuperando, sin embargo están en San Juan, en el centro de esta coqueta capital de provincia que hoy acoge el inicio del rodaje de ‘Juego de Tronos’. A los de las colas poco les importa, porque ellos pasan hambre y el hambre no va de cine, va de realidad.

Acisjf es la Asociación Católica Internacional de Servicio a la Juventud Femenina. Así, del tirón, como que el nombre echa para atrás, pero cuando se cruzan las puertas siempre abiertas de esta institución que cumple 50 años, todos los prejuicios se caen por las escaleras que conducen hasta la sala donde aguardan Corazón y Dolores Ballell Candela, vicesecretaria y directora del Servicio de Acogida. «La estructura y organización de Acisjf no se conocen bien porque nuestro lema es no jugar con las miserias humanas», dicen ellas. Y podrían haberlo hecho a lo largo de estos 50 años. Una niña de 13 que llegó con un niño de 2; otra que había tenido un hijo de su padre; o aquel periodista que se había quedado sin empleo, con tres pequeños: pasaron los del ayuntamiento: «¿qué haces tú aquí?», y él contestó: «las cosas de la vida». Había llegado por la mañana, bien parecido, impecablemente vestido, educado de forma exquisita: «Tengo tres niños que no han desayunado». Allí le dieron leche, Cola Cao y galletas. Las colas del hambre son las colas de la mezquindad del mundo.

Acisjf nació de la preocupación de un grupo de mujeres que encabezadas por Ana María Marzal Fuentes decidió crear esta institución en 1971. Ana María pertenecía al Instituto Secular Hogar de Nazaret de Badajoz, que trabajaba con el Ministerio de Justicia de Protección a la Mujer. Ella conoció esta asociación, extendida por distintos países, que acabó recalando en Cáceres.

Fue el primer colectivo en el mundo que atendía directamente a las mujeres, pero no tardó en ocuparse también de los hombres. Los comienzos no fueron fáciles. Muchos críos venían de los pueblos. Llegaban por las mañanas y en Acisjf dejaban sus enseres, las cosas de aseo, luego se marchaban a los institutos para recibir clase. 

Servicios sociales

La sede estaba abierta a todos y hasta ella acudían para pedir trabajo, para consultas médicas, de abogados, jóvenes que iban a dar a luz, empleadas de hogar que por las noches se sacaban el título de estudios primarios. Acisjf ha trabajado codo con codo con los servicios sanitarios, con los sociales, ha prestado atención a ciudadanos que realizaban trabajos a la comunidad por haber delinquido, ha puesto en marcha talleres en las cárceles, ha salvado de adicciones y situaciones límite a los que habían caído en el pozo.

Pasado el tiempo, la Caja de Ahorros de Extremadura puso en sus manos la Residencia Universitaria Santa Teresa de Jesús en la calle Clavellinas. Más tarde, en San Mateo adquirieron el palacio de la Marquesa de Álava y lo hicieron gracias a las ayudas y los legados porque el edificio, por el que pedían 29 millones de pesetas, finalmente lo cedieron por 3 y medio. Allí tenían el comedor social, el ropero y una atención permanente de escucha.

Desde el primer momento fueron «compartiendo vidas, porque una cosa es vivir con alguien y otra es compartir la vida con alguien». El nombre de Acisjf lo escribe toda la ciudad, desde el que busca ayuda hasta el que la puede dar. «Aquí no se pide credo, ni religioso ni político, pero nuestra base es un credo de fe y de pensamiento cristiano», apunta Rosado, que lleva 50 años en esto, «porque tengo 82; las piernas regular pero la cabeza un poquito mejor». Dolores lleva 40. Son vidas entregadas a otras vidas, a infinidad de vidas que han pasado por estos muros, tantas que no se pueden calcular.

Luego llegaron los inmigrantes. «El entonces obispo, Ciriaco Benavente, nos marcó ese camino». Y siguieron salvando vidas. Chicas muy jóvenes a las que perseguían para ser explotadas, hombres a los que les habían robado la documentación, otros que necesitaban dinero para gasolina, personas que querían ser libres y no las dejaban «porque el mundo es de unos pocos», sostiene Corazón.

Hoy, la asociación cuenta con cien voluntarios activos. El colectivo auxilia a los más necesitados, ofrece comida gracias a la colaboración del Banco de Alimentos y en Navidad realiza campañas para dar complementos de esos que a todos nos gusta tener en nuestra mesa. Por las tardes hay clases con profesorado que guía a alumnos en sus estudios, a quienes igualmente ofrecen material escolar.

Es hogar para adolescentes, jóvenes embarazadas, personas que provienen de familias desestructuradas obligadas a salir de sus casas, internos de la cárcel que acuden los fines de semana durante sus permisos penitenciarios. «La mayor falta de puntualidad es llegar tarde a las personas», advierte Corazón Rosado.

Talleres de artesanía, voluntariado... todo es bienvenido en Acisjf, y más ahora que con el recibo de la luz pagan 1.000 euros mensuales de factura. Hay cámaras frigoríficas, congeladores. Dan servicio de acogida a 315 familias, que suman 880 personas, de ellas 220 son niños. Además, residen 14 jóvenes enviadas por la Consejería de Bienestar Social. «Asisten a sus clases, colaboramos en su promoción como personas, tienen sus espacios de recreo, como cualquier joven de su edad».

Mantener esta estructura sería imposible sin las aportaciones que reciben del Obispado, de la parroquia de San Juan, de la del monasterio de Guadalupe, de las fundaciones Valhondo Calaff y Mercedes Calles, de la ermita de San Antonio del Barrio, de las cuotas de los 120 socios o de los donativos esporádicos (como los que hacen los turistas cuando de camino a la parte antigua se topan con la casa de San Juan).

Esa casa, la Casa de Ovando Saavedra, fue adquirida en 1994. Para adaptarla a las necesidades, el proyecto fue realizado por el arquitecto Javier Hergueta, sin coste para la asociación. Acisjf hace un trabajo silencioso. «A la gente la ponemos en la calle todos porque no les abrimos las puertas. Nosotros sí lo hacemos; es nuestra manera de caminar», asegura Corazón, que anuncia que entre marzo y abril dejará su cargo. «En la Cámara de Comercio mantendremos una reunión y ese será el momento. Dejaré la presidencia, pero en el voluntariado seguiré hasta que Dios me tenga aquí». Abajo, en la plaza de San Juan, la cola del hambre no cesa.