El Periódico Extremadura

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EL HUNDIMIENTO DEL MAYOR COMPLEJO INDUSTRIAL DE CÁCERES

La mina de Aldea Moret, a punto de sucumbir

Desde su protección como Bien Cultural en 2011 no se ha desarrollado ningún plan que frene el expolio y el vandalismo. Hasta hoy se han recuperado 3 de las 119 instalaciones del complejo. Pocas resisten y muchas han desaparecido

Imagen actual de los laboratorios del Poblado Minero de Cáceres. Todo ha sido saqueado y vandalizado EL PERIÓDICO

Francisco Luis López Naharro cogió el pasado sábado su desbrozadora, su cortacésped y sus herramientas, y se dispuso a iniciar la jornada bien temprano. Había que limpiar de malas hierbas las calles del Poblado Minero antes de que la primavera acabe tapando de nuevo las aceras y los viales. Y de paso, ojear si hay alguna bombilla fundida, cambiarla, cortar esa rama del árbol que va a acabar en los ojos de algún viandante... Quizás resulte difícil imaginar el campamento de Cáceres el Viejo con los escombros por los suelos, la plaza de toros derruida, Maltravieso con graffitis o Santa María sin tejado. Todos tienen el título de Bien de Interés Cultural (BIC), igual que el Poblado Minero, que recibió este reconocimiento en 2011 pero desde entonces nadie ha frenado su expolio, su ruina, su desaparición...

Complejo de electrólisis. Nada aguanta en pie. CEDIDA POR FRANCISCO LUIS LÓPEZ NAHARRO

Bien lo saben las únicas nueve familias que quedan en el poblado. Ellas mismas barren sus calles, pagan el alumbrado exterior cuya instalación también sufragaron, podan los árboles, desbrozan, tratan de eliminar los baches... Salvo el agua (costearon la obra) y el camión de la basura (llega a dos extremos del barrio), no tienen casi servicios públicos. Pero lo que no pueden hacer es vigilar los pocos edificios que quedan, tampoco frenar su abandono y mucho menos recuperarlos. «Parece mentira que el poblado y los pozos fuesen declarados BIC en 2011. Esto no ha hecho más que empeorar desde entonces», lamenta el presidente vecinal, Francisco Luis López Naharro, infatigable en su lucha por recuperar aquel paisaje de factorías que admiró desde niño.

Mineros en las traseras de las extintas oficinas. CEDIDA POR FRANCISCO LUIS LÓPEZ NAHARRO

«Tengo planos de todo el poblado, podrían iniciarse campañas de rehabilitación por ejemplo con la Universidad Popular. Guardo instrumental, maquinaria, libros, herramientas, manuscritos que se iban a quemar... También mobiliario que permite descubrir cómo era el interior de las casas (baúles, jofainas, radios...). Conservo lo que he podido ir rescatando de los edificios a medida que los salvajes los asaltaban. Solo espero que alguna vez estos objetos puedan ocupar el lugar que les correspondería», afirma.

Resulta curioso, porque la Junta de Extremadura reconoció al complejo minero como BIC con categoría de Lugar de Interés Etnológico, ya que lo consideró un conjunto «de alto valor testimonial y de singularidad arquitectónica» por sus «edificaciones, oficinas, pozos, galerías, viviendas, minas y almacenes», que configuraban «una muestra coherente y completa de una actividad industrial extractiva de fosforita». Nada se ha hecho por conservarlo.

Fábrica de Ácido (en madera), ya perdida. CEDIDA POR FRANCISCO LUIS LÓPEZ NAHARRO

Cuatro décadas atrás la mayoría de las instalaciones se mantenían en pie. Con el cambio de siglo, el daño ya era evidente pero hace quince años todavía quedaba mucho por salvar. Y sí. La Junta convirtió la mina La Abundancia en Centro de Interpretación, y el ayuntamiento recuperó el Embarcadero. Llegado 2006, la Junta adquirió el 70% del poblado ante el alboroto que generaron algunos derribos de una constructora. Hasta el Ministerio de Cultura se comprometió en 2008 a incluir el entramado en su plan de recuperación de áreas industriales.

Plaza con la escuela. Hoy un descampado. CEDIDA POR FRANCISCO LUIS LÓPEZ NAHARRO

Llovieron varias iniciativas: crear un Centro de Recepción Turística en la Fosa y hasta un Plan Especial del Poblado Minero, redactado por la Junta, el ayuntamiento y los arquitectos ganadores del concurso Europan. Proyectaban un ‘ecomuseo’ con 150 viviendas y negocios (muchos lofts, con patios e invernaderos), galerías subterráneas para los servicios (agua, luz, gas e incluso basura), un parking especial sobre césped, fibra óptica y alumbrado inteligente.

La estación de tren fue barrida por las máquinas. CEDIDA POR FRANCISCO LUIS LÓPEZ NAHARRO

Fue la época en la que llegó el título de BIC. «Nos hubiéramos conformado con la recuperación de las casas», afirma Francisco. Pero la crisis lo apagó todo, hasta lo poco que iba quedando del poblado. Se ultimó el Garaje 2.0, un centro de innovación empresarial que ya había sido proyectado y que rescató en 2013 otra de las grandes naves del complejo. Fue la última actuación en la zona. Se habían salvado 3 de las 119 construcciones industriales que formaban el complejo junto con los 12 pozos de extracción. El resto ha desaparecido, o casi... Y ello pese a que cualquier daño a un patrimonio BIC acarrea elevadas multas que van desde 60.000 euros hasta 1,2 millones.

«Tengo planos de todo el poblado y objetos que logré rescatar. Podrían iniciarse campañas de rehabilitación»

FRANCISCO L. LÓPEZ NAHARRO - Presidente vecinal del poblado

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La mina, que cerró en los años 60, llego a tener 600 trabajadores. Su orgullo era el Poblado Minero, el primer núcleo extremeño con planeamiento urbanístico en el siglo XIX, de influencia anglosajona, con jardines y chimeneas. Allí vivían los profesionales de peso, los altos cargos. Casi todo se ha hundido en los últimos años. «La casa del administrador, una instalación de 1.000 m², perdió el tejado esta Navidad», lamenta el presidente vecinal, derrumbes que también afectan al laboratorio, donde se conservaba el instrumental hasta que los vándalos lo profanaron hace unos años. Se ha derribado incluso la estación del primer ferrocarril de la ciudad, inaugurado en 1881 por los Reyes de España y Portugal para sacar la producción de abono de la mina hacia los puertos del Atlántico.

Fábrica de Amusco (no queda nada). CEDIDA POR FRANCISCO LUIS LÓPEZ NAHARRO

Las bellas escuelas ya ni existen, tampoco la plaza de Alfonso XII en la que se ubicaban, pero todo estaba en pie en los años 80. Lo mismo ha ocurrido con el salón comedor donde se celebraban los acontecimientos familiares de los empleados, donde el párroco José Polo comenzó a proyectar películas, donde se repartía chocolate en las fiestas de Santa Bárbara y donde se escondía la población durante la guerra (por lo que también se le conoce como El Refugio). Era utilizado aún en la década de los 80 para catequesis.

Ni rastro del gran almacén general, ni del chapero, «ni del club social, que fue una de las últimas inversiones con salas de lectura, baile, televisión y juegos, frente al Embarcadero», describe el presidente. De la piscina con trampolines y solárium sí queda algo: ruina. Lo mismo puede decirse de las entonces importantes oficinas. Hasta las canaletas de riego de las calles están perdidas o inutilizadas.

La gran nave de madera con el puente superior solo permanece en fotografías. CEDIDA POR FRANCISCO LUIS LÓPEZ NAHARRO

Pero es que han desaparecido factorías enteras como la Fábrica de Ácido Sulfúrico, toda en madera de pino de Flandes. Esta sustancia era clave en el entramado de Aldea Moret y se obtenía transformando la pirita de hierro que llegaba desde Río Tinto (Huelva). «La pirita se quemaba en hornos de los que salía un humo amarillo que se mojaba con micropulverizadores. El líquido que caía era ácido sulfúrico», relata Francisco. Para obtener el abono enriquecido, producto que finalmente se repartía a los mercados nacionales e internacionales desde Aldea Moret, ese ácido sulfúrico se mezclaba con fosforita, el mineral que salía del propio yacimiento. Y ahí entraba en juego la Fosa, el edificio más elevado de la mina.

«La fosforita comenzaba su proceso arriba, a mucha altura, para ir cayendo por machacadoras, cribas y molinos (primero de barra y luego de bolas de acero), a través de tolvas y embudos, algunos todavía cargados de mineral», relata Francisco.

Finalmente, tras pasar por los tanques de lixiviación (despojados hoy de toda maquinaria), la fosforita salía en forma de harina lavada o ‘papilla’ y se extendía en el suelo. Aún pueden verse algunas de estas franjas blancas. «Cuando se secaba, volvía a la Fosa o molienda y allí se mezclaba con el ácido para obtener el abono, que tenía un 62% de riqueza, con lo cual no estaba nada mal», explica el presidente.

La piscina con solarium, hoy en ruinas. CEDIDA POR FRANCISCO LUIS LÓPEZ NAHARRO

De la Fosa, el producto final pasaba a otra inmensa nave contigua de madera (tampoco queda nada de ella) donde un puente-grúa llevaba los conos cargados hasta el puente exterior dotado de cinta transportadora (desparecido), que a su vez conectaba con el Embarcadero. Una rascadora era capaz de cargar un camión en el frontal y dos vagones de tren en los laterales a la vez.

La ceniza de pirita sobrante iba a otra instalación muy peculiar: la electrólisis o canaleo (efectivamente, ya no existe), donde se obtenía cobre. Sus grandes copas dominaron muchos años el paisaje de la zona de San Eugenio.

Edificio de la Fosa, con La Abundancia al fondo. CEDIDA POR FRANCISCO LUIS LÓPEZ NAHARRO

Pero además de las casas e instalaciones del poblado, llegaron a existir 12 pozos y 18 barriadas humildes donde vivías los mineros, algunas en las bocas de los yacimientos. No se ha protegido ni una sola de estas concentraciones, que apenas resisten en La Esmeralda o San Salvador. «El último tramo de la Ronda Sureste cruzará sobre la Cantina, el poblado de la mina de San Eugenio II», advierte el presidente.

En el pozo de San Eugenio I sí aguanta el antiguo malacate (sistema primitivo de extracción del mineral con la fuerza de las bestias), pero se han perdido dos más. En la mina La Abundancia también sucumbieron los talleres. Por llevarse, se llevaron hasta el mecanismo completo de este pozo que permitía bajar a los mineros en dos jaulas hasta 155 metros. Más tarde, en La Esmeralda se expoliaron los filtros superiores de los primeros depósitos que abastecieron de agua a la ciudad. Otro pozo emblemático, María Estuardo, apenas permite apreciar ya la sala de máquinas y el lavadero donde las mujeres seleccionaban el material.

¿Qué ha sido de la maquinaria elevadora que subía la jaula desde las galerías? CEDIDA POR FRANCISCO LUIS LÓPEZ NAHARRO

Francisco, nacido en la mina, hijo del tornero ajustador del yacimiento, también fue uno de los fundadores de la Asociación Minas de Aldea Moret, que cada año reúne a antiguas familias dispersas por todo el país en una serie de actos, como los encuentros de Santa Bárbara, que en 2022 llegan a su décimo aniversario. Además, este colectivo ofrece visitas guiadas sin coste, a veces varias por semana debido al interés que despiertan (colegios, institutos, asociaciones…). «La mina atrae porque resulta fundamental en la historia cacereña. Nos preguntamos qué tiene que pasar para que las instituciones reaccionen y le den su valor», concluye Francisco.

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