A la falta de servicios públicos, de limpieza viaria, poda, desbroce o bacheado, y a los actos vandálicos como los graffitis o el expolio de las antiguas instalaciones mineras, se ha unido el vertido de escombros, que en realidad no es la primera vez que ocurre, y que en esta ocasión han sido arrojados frente a la casa parroquial.
Así, el poblado minero suma otro despropósito a su ya larga historia de deterioros por acción u omisión. «Han dejado varios sacos de noche, otro ejemplo de la incivilización que sufrimos», denuncia el presidente vecinal, Francisco Luis López Naharro, que asegura sentirse «muy preocupado» por «la falta de educación» que demuestran estos actos, y por la deriva de un poblado del siglo XIX que llegó a ser el barrio más coqueto de la capital cacereña.