Es uno de los yacimientos arqueológicos más destacados del mundo y al mismo tiempo un desconocido para una ciudad que sigue viviendo de espaldas a la prehistoria. Hace 106 años que el profesor Ismael del Pan descubrió la Cueva del Conejar en Cáceres, única en el suroeste peninsular y que ha ayudado a estudiar la transición entre el Paleolítico y el Neolítico. Es necesario que las nuevas generaciones conozcan su importancia, porque les ayudará a entender de forma mucho más clara la sociedad actual. Aunque lo cierto es que la escasa implicación gubernamental a gran escala hace complicada la tarea.

Fue en 1916 cuando Del Pan, profesor del Instituto El Brocense, naturalista, antropólogo y arqueólogo, fue a visitar lo que en esa época se llamaba La Cueva del Oso. Allí realizó una pequeña intervención arqueológica. En 1917 publicó un artículo en el que dejaba constancia, por primera vez, de la existencia de este yacimiento para el que propuso una datación que lo enmarcaba dentro de la Edad del Bronce y el Neolítico (y posiblemente algo en el Paleolítico) en función de los hallazgos realizados por el propio experto. Según el investigador, la antigüedad del Conejar sería de algo más de 3.000 años, que en la cronología europea corresponde a la Edad del Bronce.

Cuando Ismael del Pan, perteneciente a una familia de condición humilde, se marchó de Cáceres a Toledo, el yacimiento cayó en el olvido y no fue hasta finales de los 80 cuando la Universidad de Extremadura acometió dos intervenciones. A partir de ahí, se han realizado diferentes campañas en el yacimiento, pero tienen especial relieve las del equipo Primeros Pobladores de Extremadura en 2000 y 2010, que han permitido remontar el origen del poblamiento hasta hace 17.000 años.

El Conejar simboliza el tránsito de las sociedades cazadoras recolectoras del Paleolítico a las productoras de alimentos basadas en la ganadería y la agricultura del Neolítico. Son nuestros orígenes, el germen de los primeros cacereños de hace un millón de años. La cueva, situada en la urbanización Vistahermosa, es a primera vista un agujero junto a un parque público y decenas de modernísimas viviendas, dotadas de las más avanzadas tecnologías mientras este lugar parece condenado al ostracismo.

Y eso que El Conejar no es un yacimiento aislado, sino que forma parte de un conjunto de ventanas formado también por las cuevas de Maltravieso y Santa Ana, que dan vida al Calerizo cacereño. Los hallazgos del Conejar son fundamentales para establecer la correlación entre los mundos mediterráneos y atlánticos del mismo. Toda una riqueza que, no estaría de más, hiciera un poco más de mella en la comunidad cacereña.

Se trata de un yacimiento pequeño pero importante porque en su interior está documentada la presencia humana en dos grandes fases: los cazadores-recolectores y los productores de alimentos. Los primeros, del Paleolítico superior, son grupos contemporáneos de Maltravieso y sus últimos representantes, los Mesolíticos, desaparecen del Calerizo hace unos 8.000 años. Nuevas poblaciones se asientan, con una nueva y potente estructura social y económica que trae al Calerizo el primer trigo, los primeros animales domésticos y la cultura urbana. En la cueva se ha hallado industria lítica de cuarzo, cuarcita y sílex. Es, indudablemente, el origen de Cáceres. Que parte de la Ribera del Marco, porque hasta ella acudieron las primeras civilizaciones del planeta atraídas por la riqueza del agua.

Sendero del corredor urbano. MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

Sorprende, sin embargo, que la cueva no esté señalizada, que sea una gruta en mitad de la maleza. Parece más bien un agravio a nuestros ancestros y una dejadez que debe ser atajada cuanto antes.

La cueva del Conejar es una dolina, es decir, una disolución en burbuja de un material calcáreo. El Calerizo de Cáceres es un macizo con una profundidad media de unos 400 metros que se apoya sobre pizarras. Se caracteriza por un alto contenido en hierro que lo hace especialmente duro. Esto impide la formación de cuevas como las que estamos acostumbrados a ver en el norte de España, con galerías, grandes pasillos y estancias. Esto aquí es prácticamente imposible, y lo que realmente se produce es una disolución en burbuja que provoca este tipo de oquedades. Posiblemente este macizo debe de tener centenares de dolinas como esta, pero sólo las que están más en la superficie son capaces de abrirse al exterior, según relatan expertos en la página ‘Cáceres al detalle’, donde se da debida cuenta de este lugar magnífico abandonado casi a su suerte.

Ciertamente, Cáceres ha sido durante esta legislatura una de las ciudades extremeñas que más fondos ha recibido de la Unión Europea, pero aún queda pendiente saber si esta instancia concede 2.363.033 euros para la recuperación ambiental de la Ribera del Marco. Sería un dinero vital para convertir esta zona de la capital cacereña en algo más que un parque y hacer realidad la protección y el despegue que merecen.