Adiós en soledad

En shock por la aparición del cadáver del celador en Cáceres

Conmoción en el barrio de San Francisco tras el hallazgo del cuerpo sin vida de Eduardo, hijo de ‘La Canaria’, muy conocidos por los vecinos, que alertaron de su ausencia a la policía

Día en el que  los bomberos del Sepei rescataron el cuerpo sin vida del hombre.

Día en el que los bomberos del Sepei rescataron el cuerpo sin vida del hombre. / El Periódico

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Los vecinos llevaban varios días extrañados por su ausencia. Era habitual ver a Eduardo Rodríguez Jiménez paseando por el barrio o comprando en el Tambo. En el Residencial San Francisco, donde vivía, se asustaron cuando se alertaron por el fuerte olor que despedía el piso, entonces fue cuando una vecina telefoneó a la policía. Hasta el lugar de los hechos se desplazaron agentes del Cuerpo Nacional de Policía y de los bomberos del Sepei, que tras algunas dificultades para entrar en la casa finalmente pudieron hacerlo y en el interior se encontraron el cuerpo sin vida del hombre.

«Tenía un equipo de música y lo ponía, porque le gustaba mucho la música», recuerdan los vecinos

Los hechos se remontan al pasado 12 de febrero y en San Francisco, la tradicional barriada cacereña, todavía tienen el susto dentro. Eduardo era hijo de una mujer que trabajaba en la residencia sanitaria San Pedro de Alcántara. Como había venido de Canarias, todos la conocían cariñosamente como ‘La Canaria’. A Cáceres llegó con su hijo, que terminó también trabajando en el entonces Insalud, en el Hospital Provincial Virgen de la Montaña.

Ya jubilado, Eduardo no tenía familia más allá de una tía que reside en las islas. Su madre había fallecido y él vivía solo. «No sale de casa, qué raro», comenzaron a sospechar sus paisanos, que aseguran que en los últimos tiempos «estaba bastante dejado y el pobre apenas se cuidaba. Estaba muy solo, y eso que algunos vecinos le ayudaban, iban a hacerle la compra o a prepararle la comida».

Dispuesto y hablador

Los del barrio lo recuerdan en su juventud como una persona muy dispuesta y habladora. «Vivió primero en una casa que estaba camino a Fuente Concejo, por donde sueltan las palomas cuando sube la Virgen el Día de la Madre. Recuerdo que tenía un equipo de música y que ponía canciones porque le gustaba mucho la música. Luego se trasladó a la casa de la madre. Allí ha muerto», lamenta un vecino que ha sentido la ausencia de Eduardo, cuyas canciones ya no volverán a sonar en San Francisco

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