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ACEITUNILLA LA TRADICION SE REPETIRA MAÑANA EN EL CONCEJO DE NUÑOMORAL

Todo preparado para celebrar el ritual del 'robu de la albehaca'

La costumbre llena la aldea de tiestos, medias tinajas y caños de albahaca. Antiguamente, los mozos entraban con castañuelas en la iglesia y enramados

Todo preparado para celebrar el ritual del 'robu de la albehaca'

Desde tiempo inmemorial, se vienen celebrando en el pueblo hurdano de Aceitunilla, perteneciente al concejo de Nuñomoral, unos antiquísimos rituales que parecen relacionarse con creencias de tipo dendrolátrico y de expulsión de males. Estos ritos devenidos en una auténtica algazara nocturna se llevan a cabo cuando comienza a declinar el día 14 de agosto, víspera de nuestra señora.

Si, años atrás, eran solo los mozos los que, a partir de las doce de la noche y después de una opípara cena de carne de chivo, se adueñaban de las calles del lugar, ahora, con el regreso de los emigrantes, es todo un reguero de gente, chicos y grandes, mozas y mozas, los que recorren el pueblo de arriba abajo. Se acompañan por el tamborilero. Varios de la corrobla van tocando otros instrumentos. Hay que asaltar las viviendas e intentar robar todos los ramilletes de albahaca que se pueda.

Siempre se ha tenido por costumbre en esta aldea de sembrar numerosos tiestos, medias tinajas y caños de los huertos con esta planta, a la que se le atribuyen varias propiedades, como la de alejar los violéruh (mosquito anópheles) y otros seres maléficos. Antiguamente, las mujeres defendían sus albahacas arrojando agua a los intrusos, pero era, en el fondo, un robo tolerado.

Después que los mozos se emperifollan con la albahaca robada, van por las casas y los vecinos les obsequian con algún trago de aguardiente y algún dulce casero. Antes que se levantara la capilla religiosa en Aceitunilla, todo un bodrio arquitectónico a base de ladrillos de cara vista y que rompe por completo la tradicional arquitectura jurdana, los mozos bajaban al día siguiente, festividad de la Asunción, a Nuñomoral.

VESTIDOS Completamente enramados de albahaca, entraban tocando las castañuelas en la iglesia y acompañaban de la misma guisa a la procesión. El mozo que más enramado iba era considerado como un buen partido para las mozas y, en ocasiones, era el encargado de transportar El Ramu en las fiestas de San Blas o desempeñar el papel de Graciosu en las danzas del paleu (paloteado). Los valores antropológicos y etnográficos de esta fiesta saltan a la vista, por lo que muchos investigadores y estudiosos de la cultura tradicional se extrañan de que el Gobierno de Extremadura no haya tomado cartas en el asunto, declarándola como bien de interés cultural.

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