Dado que ya existen unas cuatro millones de versiones de Cumbres borrascosas , ¿de verdad hace falta otra? ¿Y tiene sentido que la encargada de dirigirla haya sido la británica Andrea Arnold, especializada en contar historias sociales, urbanas y contemporáneas escritas por ella misma y, por tanto, alejadas de la única novela que escribió Emily Bronte hace 160 años? Ayer quedó claro en la Mostra de Venecia que la respuesta a ambas preguntas es: y tanto que sí.

Y es que Arnold ha reinventado el trágico romance gótico entre Catherine Earnshaw y Heathcliff. Ha tomado la novela y la ha despellejado hasta reducirla a una esencia, la pasión juvenil. Dando más alcance al poderoso retrato del deseo femenino trazado en sus dos películas previas --Red Road (2006) y Fish Tank

(2009)--, aquí representa el amor como un vendaval de belleza avasalladora, de crueldad y de fatales actos impulsivos.

"No traté de distanciarme de otras películas de época, solo de ser honesta con el texto de Bronte", aseguró ayer la británica, a pesar de haberse centrado solo en la primera mitad del libro y de haber convertido a Heathcliff en un hombre negro. Es una decisión arriesgada pero muy sabia porque enfatiza su rol marginal y añade significado a los abusos que sufre. "Si tratas a alguien de forma brutal cuando es joven, ¿cómo esperas que se comporte cuando es adulto? Ese es un tema habitual de mi cine".

Asimismo, la nueva versión evita los tics de los romances de época. Utiliza sonidos naturales en lugar de una partitura, acentuando los ritmos del viento, las voces y los silencios. Las afectadas panorámicas han sido sustituidas por una ágil cámara de mano que capta la violencia emocional y física. Durante la mayor parte de su metraje --sus últimos compases, es cierto, podrían ser 20 minutos más cortos--, la película es pura economía narrativa. Y hay que un par de bemoles para adaptar ese texto sagrado usando tan solo un puñado de diálogos. "Estoy obsesionada con las imágenes, con mostrar en lugar de explicar con palabras".

Así queda claro en la dedicación del filme al paisaje. Cada contacto físico aparece conectado con la bruma de la montaña, con la tierra enfangada y con la hierba, con los pájaros y el lomo de un caballo, y eso convierte Cumbres borrascosas en una película puramente física, sensorial y muy sensual. "La naturaleza forma parte del tejido de los personajes, entra en ellos y los animaliza", dice Arnold. "Aunque tratemos de mantenernos civilizados, todos somos animales".