La adicción al móvil no existe. La llamamos adicción, porque es la palabra que más cerca nos cae cuando vemos a la gente pegada a una pantalla, pero no es la pantalla lo que les llama la atención: es lo que se puede hacer con ella. Si tuviéramos móviles como los de antes, sin conexión, sin WhatsApp, sin Telegram, sin juegos, sin pornografía a un click, sin Instagram y sin las redes sociales construidas a golpe de refuerzos fáciles de nuestra conducta, no seríamos adictos a los móviles.

Y, sin embargo, qué de obras se construyen con esta premisa. Todas hablan de lo mismo, al fin: de la soledad. ¿Estamos más solos ahora que antes? ¿Hay una falsa sensación de cercanía con amigos que están lejos solo porque puedes comunicarte casi instantáneamente con ellos? ¿Puede uno sobrevivir sin personas a las que no puede tocar?

La primera vez que vi a gente hablando sola por la calle, a voz en grito, fue hace más de una década en Nueva York y pensé que estaban locos, porque gesticulaban mucho, las manos arriba y abajo, los aspavientos, la prisa. Luego me di cuenta de que hablaban con gente. Por el móvil. Sin sostenerlo pegadito a la oreja, como hacíamos los demás hace diez años. En Madrid, el mes pasado, me ha vuelto a ocurrir y siempre me fascina. En el Festival de Teatro de Badajoz (42 ediciones lleva ya), una compañía estadounidense reflexiona sobre la fascinación que ejercen los móviles. Lo hace Richard Saudek. «Si la época del cine mudo y Black Mirror [una serie distópica sobre nuevas tecnologías que produce la cadena pública británica, la BBC] tuvieran un hijo, se parecería a Beep Boop», ha dicho la revista especializada Theatre is Easy. Ha recibido las mejores críticas: el cuerpo de Saudek es un espléndido narrador, su expresividad no tiene parangón… o «Desde Bill Irving no ha habido un clown, con el alma, la sofisticación y el genio narrativo de Richard Saudek».

En Joker decían algo así como que lo malo de tener una enfermedad mental es que la gente quiere que te comportes como si no la tuvieras. En El silencio de Elvis hay un chico diagnosticado con esquizofrenia. Así comienza el festival pacense. «Mi madre es la que más me ha querido siempre. Incluso cuando más difícil era quererme», dice Elías González, es decir Vicent. También es a la que más daño le hace. El padre de Vicent es Vicente, Pepe Viyuela. Su madre, Sandra Ferrús, la directora y dramaturga, que en la obra no se llama Sandra, sino Sofía. Qué ocurre cuando alguien quiere volar y ser pájaro y bailar y hay un diagnóstico de por medio.

Ah, la familia. Todas las familias felices se parecen: las desgraciadas lo son cada una a su manera. Sobre la familia, las relaciones, los compromisos, la descomposición, habla La boda de tus muertos. Con toda su risa y su acidez y su mala leche.

Nos movemos en pequeños circulitos: el amor y su carencia, el trabajo y su carencia, las relaciones familiares, laborales, amistosas. De trabajo habla Un homenaje inesperado: de trabajo y del techo de cristal casi irrompible que tenemos encima las mujeres. ¿Qué ocurría cuando querías escribir, como Charlotte Perkins, o cuando querías esculpir, como Camille Claudel? En ella se inspiró Memé Tabares para crear a Petra Leduc: «Me han insultado y humillado; me han ridiculizado; se han reído de mi?; me han perseguido, me han violado; jamás me han preguntado que? pienso o que? quiero; me han torturado, me han arrancado la piel a tiras y me han quemado cada vez que me he puesto en pie y he gritado mi nombre. Me llamo Petra Leduc, existo y soy escultora. Y tengo una vida para contar».

¿Qué clase de amor hubo en esa vida? ¿Hay resentimiento? ¿Qué pasa en una pareja al final de sus días? «Hubiéramos tenido gato si no fueras alérgica», se enfada el hombre de Un buen morir. Pero también dice: «Mientras te miro, puedo tocarte el alma».

Pocas músicas lo hacen tan profundamente como el fado, con esa mezcla de nostalgia, melancolía y alegría de vivir. Si no lo han escuchado nunca (cosa rara en una ciudad en la que se celebra en verano el Festival de Flamenco y Fado de Badajoz y en una comunidad tan cercana a Portugal), tienen oportunidad de verlo bailado con la compañía Quorum Ballet, que quiere desmitificar precisamente estas connotaciones tristes, de pesadumbre y abatimiento que tiene la música tradicional lusa. Se cree que surgió de entre la gente humilde. Ojalá todos nos identificaremos con eso: con lo que somos: gente obrera, aunque trabajemos más con el cerebro que con las manos y nos creamos clase media. Solo así, cuando todos los poderes quisieran manipularnos, podríamos estar únicamente de nuestro lado.

Obras en el Teatro López de Ayala de Badajoz a las nueve de la noche:

‘El silencio de Elvis’. Viernes, 18

‘La boda de tus muertos’. Sábado, 19 de octubre.

‘Homenaje inesperado’. Domingo, 20 de octubre.

‘Un buen morir’. Lunes, 21

'La vida secreta de Petra Leduc’. Martes, 22 de octubre.

'Correr o fado'. Miércoles, 23.