La Liga ACB sirve este fin de semana la primera entrega de una nueva temporada sumida en un mar de dudas sobre el futuro que, con veintiséis años de existencia a sus espaldas recién cumplidos (25 de septiembre de 2008), le aguarda a partir de ahora en el concierto del baloncesto, sacudido por el nuevo proyecto de campeonato continental semicerrado que la Euroliga ha puesto en marcha.

Una vez más, la inercia positiva que durante el verano imprime la selección nacional a golpe de medalla al conjunto de la canasta, se desvanece a la hora de traspasar el testigo al torneo de la Asociación de Clubes, al escenario que durante los próximos nueves meses debe mantener viva la llama de un deporte demasiadas veces convulsionado desde los despachos en los últimos tiempos y que, en el umbral del ejercicio 2008-09, mira al futuro atenazado por la incertidumbre.

Los constantes avatares han ocultado la dimensión deportiva de la Liga una temporada sí y otra también y, en su lugar, han situado un cúmulo de discrepancias de salón de todo tipo en el centro de la actualidad sin reparar en los efectos causados sobre las audiencias, la imagen social y el buen nombre de un deporte que siempre encuentra las fuerzas necesarias para seducir sobre el parqué, lejos de las mesas de negociación.

El interés de los clubes se ha esgrimido en muchas ocasiones como razón irrebatible para legitimar encontronazos de todo tipo entre las esferas directivas del baloncesto nacional y, también, internacional. Esa razón suprema ha sido manipulada incluso cuando dentro del seno de los propios clubes se han levantado voces contrarías.

Ahora, la ACB, que en su día fue la principal impulsora de la Unión de Ligas Europeas de baloncesto (ULEB), a la postre escarapela de los movimientos que significaron la ruptura de las competiciones europeas de clubes organizadas por la FIBA y el nacimiento de la actual Euroliga, quiere evitar a toda costa que aquel socorrido "interés de los clubes", al menos de los más importantes, suponga la marcha de los principales activos de su competición a una nueva Euroliga con 24 equipos y 16 de ellos con plaza fija para competir a escala continental en una especie de NBA a este lado del Atlántico.

Divergencias

Eduardo Portela, presidente de la ACB y de la ULEB, rechaza la iniciativa de la Euroliga, pergeñada por el secretario general de la Asociación de Clubes, Jordi Bertomeu, a la sazón director ejecutivo de la antigua Copa de Europa. Del mismo modo que Portela, clubes como el DKV Joventut, el Unicaja, el Pamesa Valencia o el MMT Estudiantes, abominan de la competición semicerrada que quieren los capos de la canasta continental.

El Real Madrid, el Barcelona y el Tau Vitoria, que coparían las tres plazas españolas en la nueva Euroliga, sin embargo, contemplan la opción de cambiar de aires con tan buenos ojos como otros destacados equipos de la canasta europea -léase el Maccabi Tel Aviv israelí o el CSKA Moscú ruso, por ejemplo- también dejarían huecos que no sería posible tapar en sus respectivas ligas.

Habrá jornadas en las que no juegue el Madrid (hoy debuta en pista del Unicaja), en las que no juegue el Barcelona y en las que no juegue el Tau, que miran hacia la Euroliga, o que no jueguen el DKV Joventut o el MMT Estudiantes, o el Unicaja o el Pamesa. Todos pasarán por el dique seco. Siempre habrá una afición que espere varios días para volver a ver en acción a su equipo. Mientras, en la ACB sigue a debate qué hacer: volver a dieciocho equipos o bajar a dieciséis.