El corazón y las entrañas de Alfonso X, llamado El Sabio , reposan en el altar mayor de la catedral de Murcia, la ciudad que le fue siempre fiel en su difícil reinado de Castilla y Léon. Cuando la temperatura roza los 40 grados se hace difícil dotarse de paciencia para esperar al pelotón y hasta para recibir al nuevo rey de Murcia, Alejandro Valverde, vestido con el jersey dorado al frente de la Vuelta. Y más complicado es hacerlo perfectamente disfrazado con el traje invernal del rey castellano y el de su esposa, Violante de Aragón.

Murcia vibró ayer. Y lo hizo con ese carácter festivo que centenares de seguidores están dando a las llegadas y salidas este año de la Vuelta. "Se respira un nuevo aire", exclama orgulloso Javier Guillén, el director de la prueba. El Tour desembarcó y se quedó la mitad de acciones de la carrera. Los observadores de París se acercan a la ronda española y toman notas, apuntes para impulsarla aún más y hasta con la intención de quedarse con el resto de títulos, que posee Antena 3 TV, que sorprendentemente no ha enviado ni una cámara para seguir las etapas.

POCA PACIENCIA En España, a diferencia de Francia, la gente espera hasta última hora para colocarse en las vallas. Es cierto que en Limoges o Nantes, por citar dos ciudades, es muy difícil que las temperaturas de julio rocen, como ayer, los 40 grados. Pero también va con el carácter español de dejarlo para el final.

Sin embargo, Valverde no lo ha querido dejar todo para última hora. El lunes, cuando se vistió de dorado en el Xorret de Catí, afirmó de forma oficial que no había soñado con llegar a Murcia, su ciudad natal, vestido de líder. Pero sí que se lo había manifestado a su paisano Fran Pérez, compañero de habitación. Y tal vez, por idéntica razón, se descorcharon botellas de cava, por la noche, en la cena de equipo. Y, ayer, el Caisse´Epargne se esforzó para que no se desmadrara la carrera en el complicado descenso de la Cresta del Gallo, la montaña que saluda Murcia, lugar de entrenamiento de Valverde, bajada en la que Carlos Sastre, cuando corría en el ONCE, se precipitó al barranco. Se autorizó una fuga de 19. Ganó el australiano Simon Gerrans, del Cervélo.

Quería Valverde subir al podio con sus hijos gemelos (Iván, el rubio, y Alejandro, el moreno). Deseaba ver las típicas pancartas de "Murcia saluda al campeón" y sentirse príncipe de su tierra, escoltado por la policía, escuchando gritos con su nombre, saludando con la mano, sintiéndose querido. Murcia es así: "¿Dónde está Valverde?", preguntaban. "En el camión del dopaje", contestaban, en el lugar donde los corredores hacen pipí precisamente para no dejar dudas.