Baloncesto. LEB Oro

La banda del Cáceres confirma el descenso

El conjunto verdinegro certifica que jugará la próxima temporada en la LEB Plata tras la enésima frustrante derrota, esta vez ante un Ourense que hizo lo justo para lograr el triunfo (71-77)

Gael Bonilla y Greg Gantt se retiran a los vestuarios tras la derrota y el descenso matemático.

Gael Bonilla y Greg Gantt se retiran a los vestuarios tras la derrota y el descenso matemático. / Carlos Gil

Javier Ortiz

Javier Ortiz

71 - CÁCERES PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD: Pablo Rodrigo (7), Mike Nuga (12), Gael Bonilla (4), Ashley Hamilton (14), Dikembe André (2) -cinco inicial- Hansel Atencia (2), Remu Raitanen (6), Greg Gantt (6), Darko Balaban (10), Pau Carreño (8).

77 - CLUB OURENSE BALONCESTO: Álvaro Palazuelos (0), Karamo Jawara (5), Javi López (11), Martynas Kacinas ()22, Ivica Racic (4) -cinco inicial- Unai Mendicote (9), Adika Peter-McNeilly (6), Romaro Gill (10).

MARCADOR POR CUARTOS: 20-13, 41-39 (descanso), 55-52 y 71-77 (final).

ÁRBITROS: Juan P. García-Alcaine, Cristian Martín y Fernando Martínez. Eliminado: Gantt (min. 40).

INCIDENCIAS: Encuentro de la trigesimoprimera jornada de la LEB Oro disputado en el Multiusos Ciudad de Cáceres. 900 espectadores (cifra estimada). 

Viernes, 18 de abril de 2024. 22:39 horas. El Cáceres Patrimonio de la Humanidad desciende matemáticamente a la LEB Plata después de otra derrota, la enésima de la temporada, ante el Ourense (71-77). Y su gran patrimonio, su afición, por fin estalla, tras meses de contención soportando el bochorno de que un equipo que lleva el nombre de la ciudad en la camiseta, los sacrosantos colores verde y negro y la silueta de la hermosa ciudad monumental, haya representado eso tan sumamente mal.

Es el primer descenso deportivo de este club y segundo en la historia del baloncesto profesional masculino de Cáceres después del de 2003. Pero aquel fue desde la ACB y asomándose a un precipicio económico que acabó engullendo al histórico club que había ascendido once años antes. Ahora, aunque distinto, se necesita una catarsis similar porque lo que ha pasado en los dos últimos años y en esta campaña en concreto no se debe repetir por el bien de todos. Vaya banda, de verdad.

Un aficionado extiende los brazos desde la grada.

Un aficionado extiende los brazos desde la grada. / Carlos Gil

La tentación es decir que lo de este viernes ante los gallegos fue lo de menos, pero la realidad es que sí que fue todo un síntoma de cómo se han hecho las cosas, antes y después de Arturo Álvarez en el banquillo y Joaquín Rodríguez en los despachos. No se puede jugar con tan poco espíritu, tan sumamente mal al baloncesto, con una personalidad tan inexistente. Los gritos de «fuera, fuera» de la hinchada no fueron casuales, en un ambiente tensísimo en el que llegó a haber discusiones cruzadas entre el palco y la grada. En fin, lo peor.

Que el Cáceres no consiguiese ganar al Ourense pese a tener el partido de cara varias veces resultó frustrante. En el intercambio de bajas los locales habían salido beneficiados, aunque por poco: Dani Rodríguez no pudo recuperarse a tiempo y Hansel Atencia lo intentó sin demasiado éxito por parte local, mientras que en Ourense faltó su mejor anotador, Justin Turner, y su base titular, Sergio Llorente, a quienes se unió su principal interior, Ivica Radic iniciado el choque. 

Y eso que la tarde-noche había empezado bien, con el Melilla perdiendo en casa ante el Lleida por 75-80. Eso abría la posibilidad e mantener al enfermo (o más bien al cadáver) con respiración asistida una jornada más siempre que se consiguiese vencer a un COB que no pareció jugarse demasiado, pero que terminó aprovechando las circunstancias favorables.

Poco baloncesto

El inicio del Cáceres resultó lo más positivo, con unos buenos minutos de juego alegre, con todos cogiendo nota del mensaje de que había que cuidar muy mucho la imagen. Pero la victoria parcial en el primer cuarto (20-13) no significó absolutamente nada. Pablo Rodrigo, erigido como único base, volvió a demostrar que es incapaz de darle una mínima continuidad a sus prometedoras cualidades. Y con Mike Nuga a los mandos todo se volvía imprevisible, para bien y para mal, predominando esto último. Ourense se metió con relativa facilidad en el choque antes del descanso (41-39), buscando muy bien los tiros de Martynas Kacinas, un ilustre verano.

Pablo Rodrigo pasa el balón.

Pablo Rodrigo pasa el balón. / Carlos Gil

Se temía lo que podía pasar en el tercer cuarto, como viene siendo marca de la casa, y sucedió. El ataque del Cáceres se espesó dramáticamente, sin que las soluciones ordenadas desde el banquillo tuviesen efectividad. Ourense cogió una pequeña ventaja (48-52, min. 28) que hizo que el murmullo se multiplicase, pero fue Nuga, hasta entonces inédito, el que le dio la vida a su equipo con dos o tres acciones seguidas que permitieron encarar el último tramo por delante (55-52 tras un 0-7) y la moral renovada. 

El drama se retomó a continuación. Los visitantes jugaron con mayor inteligencia y sobre todo contundencia. En el momento determinante se repusieron atacando descaradamente la defensa de Darko Balaban -otra vez- y ya todos los nervios se desparramaron, como ha pasado tantas veces desde el pasado verano. El desenlace se sabía, por supuesto, pero siempre es duro descender en casa y mirar al futuro cercano y ver que quedan 120 minutos de pavor.

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