El presidente francés Nicolas Sarkozy compareció ayer ante la prensa, tras la reunión de la tarde del G-20 en Cannes, con semblante aliviado. Apenas media hora antes, el primer ministro griego Yorgos Papandreu había retirado su propuesta de celebrar un referendo sobre la aceptación del plan de rescate de la Unión Europea (UE) a cambio de que la oposición apoye el programa europeo. La noche anterior, la canciller alemana Angela Merkel y Sarkozy, blandiendo todo el peso del renovado eje franco-alemán, se mostraron más unidos y firmes que nunca y amenazaron al país heleno con bloquear el sexto tramo de ayuda de 8.000 millones de euros pendiente de desembolsar, indispensable para que Grecia no suspenda pagos en diciembre.

Los líderes europeos forzaron a Papandreu a que celebrara el referendo lo antes posible, si es que así lo quería Grecia, e incluso se fijó la fecha del 4 de diciembre, pero le dejaron la puerta abierta a salir del euro si no se aviene a cumplir las reglas que comporta beneficiarse del paquete de ayuda financiera de 130.000 millones de euros de la UE y el FMI. La amenaza surtió efecto. De hecho, el mismo Sarkozy calificó ayer de "electroshock positivo" la declaración conjunta de ambos líderes dirigida a Grecia el miércoles.

"Hemos seguido con mucho interés la declaración de la oposición griega Nueva Democracia sobre su apoyo al plan aprobado en la pasada cumbre europea de los días 26 y 27 de octubre, y quiero felicitarlos", dijo ayer Sarkozy. Merkel, por su parte, fue un poco menos optimista y pidió a las autoridades de Grecia que demuestren "con hechos" que desconvocarán el referendo. "No está del todo claro cómo va a pasar", dijo.

Más allá de si ha sido un órdago de un Papandreu desesperado por la complicada fracción política interna, y más allá de si el conflicto griego volverá a dar un giro inesperado en cualquier momento, los líderes de la UE han extraído una lección de esta crisis: es indispensable tener listo cuanto antes un "cortafuegos" que permita frenar la crisis de la deuda soberana en la eurozona, con Grecia o sin ella.

Por eso, los líderes del Eurogrupo aceleraron ayer al máximo la implementación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), que tendrá un músculo financiero superior al billón de euros y que servirá para estabilizar los mercados de deuda europeos, así como para evitar crisis de países en apuros antes de que sea tarde y deban ser rescatados, siendo España e Italia las víctimas potenciales.

Con este objetivo, se reunieron ayer en Cannes, en un encuentro paralelo a la Cumbre del G-20, los ministros de Finanzas de Francia, François Baroin; Alemania, Wolfgang Schaüble; e Italia, Giulio Tremonti; con el comisario europeo de asuntos económicos Olli Rehn, en presencia del secretario del Tesoro de EEUU, Timothy Geithner. Por la noche, a petición de Sarkozy, el presidente estadounidense, Barack Obama, se reunió con los representantes del Eurogrupo que le explicaron sus planes de rescate de Grecia.

Los líderes europeos quieren tener el esqueleto de este mecanismo el próximo lunes y, según explicó ayer la ministra de Economía española Elena Salgado, este fin de semana se trabajará a contra reloj. Este esprint negociador no responde tan solo a los intereses de la zona euro, que se juega su futuro, sino también a las presiones que Europa recibe