En un mercado laboral precario y con altas tasas de paro, los inmigrantes son muchas veces percibidos con recelo por quienes los ven como competidores. Según el Barómetro de la desinformación y los discursos de odio frente al migrante de Oxfam Intermón y la Fundación Maldita.es el 22 % de los españoles dice ser contrario a la inmigración y el 47 % reconoce que se rechaza a los extranjeros "más por su condición de pobre que de migrante”. Sin embargo, su trabajo es clave para la actividad de determinados sectores, y no solo los que requieren mano de obra poco cualificada.

La Encuesta de Población de Activa (EPA) indica que la tasa de actividad de la población inmigrante -es decir, la suma de ocupados más demandantes activos de empleo- es del 69,7 % mientras que la tasa nacional es del 56,3%. En España hay 5,4 millones de residentes de origen extranjero, el 11,4 % de la población, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

La población migrante se ve favorecida en periodos de crecimiento del empleo y muy afectada negativamente en los periodos de crisis, porque se reducen los puestos de trabajo y la lógica del migrante económico pierde sentido”, explica Rafael Grande, profesor de Sociología de la Universidad de Málaga.

Desde ACCEM, ONG especializada en la integración de colectivos vulnerables, recuerdan que su alta empleabilidad se debe a que se trata de población joven, con mucha capacidad de trabajo y que suele ir reciclándose. Germán Hurtado, coordinador del Eje de Empleo en el Área de Programas de la ONG, subraya que el mercado laboral depende en gran medida de la mano de obra extranjera por el creciente envejecimiento de la población y por el rechazo de los trabajadores españoles a realizar determinadas tareas.

“La alta pretensión y cualificación de la población nativa hace que no se emplee en sectores bajos de la escala ocupacional”, razona el experto. “La población migrante se ve obligada a ocupar los trabajos menos cualificados, más precarios y con peores condiciones laborales”, agrega. Agricultura, ganadería, cuidados, logística o restauración son los sectores que citan en la ONG. La Encuesta Anual de Estructura Salarial del INE apunta que el sueldo medio anual de un trabajador español es de 25.690€, mientras que el de un extranjero es de solo 17.922€.

Obstáculos para acceder al mercado

Migrar es un proceso complejo, que implica mudar toda una vida de un país a otro. La cultura, el idioma, las leyes o el rechazo social dificultan la inserción de los extranjeros en una nueva comunidad. “La diversidad cultural de la inmigración en España es muy alta. Procede de muchos lugares”, apunta Hurtado. Según la EPA, las principales barreras que encuentran las personas migrantes para encontrar trabajo son la falta de convalidación de títulos, la inexistencia de un trabajo adecuado y el idioma.

“Otra dificultad importante a la hora de acceder al mercado de trabajo es la brecha digital. La alfabetización digital es crucial", explica Hurtado. Rafael Grande, por su parte, cree que la burocracia y la falta de voluntad, sobre todo en la convalidación de títulos, son grandes obstáculos para la inclusión. “Habría que disponer de herramientas para que se formen en idiomas, en legislación propia o en cursos puente para convalidar los títulos. Para ello, hace falta un estado social más fuerte para favorecer la integración”, opina.

Un grupo de migrantes.

Migrantes de primera y de segunda

Según los expertos consultados, los tres grandes polos de origen de la población extranjera radicada en España son Europa, África y América. “Hablar de migración en España es muy difícil. Hay colectivos que sufren una fuerte discriminación y otros se ven privilegiados por el mercado español”, explica Grande, quien pone como ejemplo que cualquier inmigrante de la zona euro o de países desarrollados tiene una mejor posición social que el resto.

Germán Hurtado, de ACCEM, apunta que con la crisis ucraniana se ha visto de nuevo esa diferencia: “Hemos tenido miles de peticiones de empresas que nunca contactan con una ONG ofertando puestos de trabajo a ucranianos que ni siquiera sabían español. Preferían esperar a que se formasen y se adaptaran que contratar a personas que teníamos ya en una bolsa de empleo”. Además de la procedencia, hay otro elemento de discriminación: el género.

Las mujeres tienen una dificultad doble: por todas las barreras de entrada y por el hecho de ser mujer. Los datos son elocuentes porque la diferencia en la tasa de actividad de mujeres y hombres extranjeros, según la EPA, es de casi 14 puntos porcentuales. Por otro lado, las mujeres extranjeras ganan una media de 15.764 euros frente a los hombres extranjeros, que cobran un promedio de 20.079 euros.

Hurtado piensa que la situación actual obligará a modificar la concepción de la población inmigrante: “Si queremos mantener el estado del bienestar con una población envejecida, vamos a necesitar a la población migrante y no solo para los sectores más precarios, sino cada vez más en puestos cualificados y con mejores condiciones”. Grandes subraya que para una mayor integración cultural de las personas migrantes es clave trabajar en el impulso de la diversidad cultural y fomentar la menor segregación espacial posible.