En Santander también quitarán la estatua ecuestre de Franco. Pero no se irá sola. Le acompañará el escudo de la II República que también adorna la plaza del ayuntamiento. Como los de Madrid y Guadalajara, el monumento será retirado en un breve plazo de tiempo. La diferencia es que en la capital de Cantabria gobierna el PP y su alcalde, Gonzalo Piñeiro, ha decidido meter ambos símbolos en un mismo saco y convertirlos en extraños compañeros de viaje.

El general ya no podrá admirar desde su pedestal el concurrido Paseo de Pereda. Y para mudarse al Museo de Historia de Cantabria tendrá que esperar bastante porque todavía no ha empezado a construirse. Así que, dentro de uno o dos meses, cuando se inicien las obras para remodelar la plaza del Ayuntamiento, se buscará para Franco un destino provisional hasta que esté listo el museo.

"Sin nocturnidad"

"El traslado no se realizará con nocturnidad sino con normalidad. Y sin buscar enfrentamientos entre los vecinos, como se viene haciendo en esta ciudad con otros monumentos y símbolos preconstitucionales", dice Piñeiro. Con esta decisión, se cierra una vieja polémica que ha enzarzado a la oposición y al Gobierno municipal desde la época de la transición. Tanto en el PSOE como en IU se han mostrado satisfechos aunque lamentan que esta decisión llegue con tanto retraso.

Dolores Gorostiaga, vicepresidenta del Gobierno cántabro y secretaria general del PSOE en esta comunidad, se felicitó de que la estatua "deje de presidir una plaza pública y vaya a ser trasladada a un museo". En IU, también celebran su retirada pero les indigna que el escudo republicano corra igual suerte.

Igual que en los casos de Madrid y Guadalajara, los ciudadanos discuten sobre si es conveniente dejar este tipo de monumentos en la vía pública o cambiar su ubicación por un lugar más adecuado y discreto. Orlando, un ecuatoriano que está de viaje por Santander, es de los que opina que debe quitarse por ser "un signo de la extrema derecha, madre de todas las maldades para el ser humano".

Otros no lo ven así sino como un pedazo de la historia. Ana, una joven ingeniera madrileña de vacaciones en Cantabria, piensa que entonces también debería eliminarse "cualquier otro símbolo de la historia que pueda molestar a alguien". De la misma opinión es M Angeles, una licenciada en Filosofía que cree que "en democracia hay que respetar los símbolos que han formado parte del pasado porque de él se aprende".

El enfado de Primitivo, un jubilado de 83 años que acostumbra a sentarse todos los días cerca de la estatua para dar de comer a las palomas, prueba que esta decisión puede calentar los ánimos de los fervientes admiradores del dictador. A Primitivo no le parece bien que quiten la estatua porque "al fin y al cabo, Franco levantó a España".

"Si empezamos así..."

El presidente de Cantabria, el regionalista Miguel Angel Revilla, opina igual. El lunes pasado, Revilla declaró en una TV local que, si de él dependiese, no la quitaría. "Franco forma parte de la historia de este país y si empezamos así, cambiaríamos los nombres de las calles todos los días". Estas manifestaciones provocaron el enfado del alcalde, que le acusó de "dejar por los suelos a los concejales del ayuntamiento y de incurrir en una falta de lealtad con sus socios de Gobierno". Revilla sólo tardó unas horas en emitir un comunicado en el que aseguraba estar de acuerdo con la retirada de la estatua.

El sociólogo y profesor de la Universidad de Cantabria, Juan Carlos Zubieta, cree que este monumento tenía que haberse retirado hace tiempo "porque es demasiado relevante y significativo como para presidir la plaza del Ayuntamiento, que es la plaza de todos".

En general, Zubieta no opina que deban borrarse los restos del pasado. Sólo los que representen valores contrarios a la sociedad democrática y que ofendan gravemente la sensibilidad de muchos ciudadanos. Argumenta que lo difícil es "encontrar el equilibrio" y matiza que en eso consiste la convivencia: "Es importante el tacto porque se trata de procurar una mayor armonía y no un enfrentamiento".

Cuando se trate de símbolos que no sean objeto de disputa, Zubieta es partidario de que permanezcan como muestra de un pasado "que habrá que recordar y explicar en los libros y en la escuela". En este sentido, niega que se pueda comparar una estatua de Franco con el retrato de Fernando VII que pintó Goya, por ejemplo. El profesor confía en que estos cambios sólo provocarán indignación en grupos pequeños.