Manuel Fraga demostró ayer en Ribadumia (Pontevedra) que se le agudizan las manías a medida que avanza en la senectud. Llegó al pazo dieciochesco que la familia Piñero presta a Rajoy para este evento una hora antes de lo previsto. Rodeado de colaboradores, probó hasta cuatro sillas en las que aguantar la espera, hasta que la quinta le satisfizo.

Cuando le tocó hablar, subió a la tribuna, pidió unidad al Partido Popular y se emocionó al recordar lo bien que apagaba él los incendios cuando gobernaba.

Al empezar a dar estopa al actual bipartito de la Xunta, manoteó con tanta energía que tiró al suelo el vaso de agua que le habían colocado en el atril. Un incidente menor si no fuera por la reacción del fundador del PP. Sin pensar ni un segundo, afirmó rotundo: "No lo he tirado yo". Y concluyó su discurso.