La Unión Europea ultima la elaboración de una normativa para controlar los alimentos funcionales o saludables, aquellos que además de nutrir proporcionan beneficios para la salud o reducen el riesgo de enfermedades. Esta comida terapéutica ha registrado un crecimiento espectacular en los últimos años en España, pese a que, según un estudio reciente, el 34% de los españoles no cree en la veracidad de lo que prometen en sus campañas publicitarias.

MAS RIGOR En la actualidad ya se comercializan más de 200 artículos en España y el sector espera que la demanda aumente un 25% para el 2010. Los productos son muy variados. Van de los lácteos, los zumos y las galletas hasta incluso los filetes y el pollo. La mayoría prometen reducir el colesterol, la tensión arterial y el peso, tres de las preocupaciones más habituales de los consumidores. Hoy ya están en el 95% de hogares

La nueva normativa será más rigurosa y exigente que la de Estados Unidos, donde esta comida lleva décadas funcionando, según María Luz Carretero, subdirectora general de gestión de riesgos de alimentos de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESA).

El borrador, que se pretende aprobar en marzo, exige que lo que se anuncie como propiedades sobre la salud de un producto debe estar explicado de forma clara, ser cierto y estar avalado por la ciencia.

Han de estar descritas sin ambigüedades. "Antes de que las empresas puedan decir algo en la publicidad o el etiquetado tienen que haberlo probado científicamente. Si no se cumple este requisito, la Administración abrirá expedientes, ordenará la retirada de productos y fijará fuertes sanciones", advirtió Carretero.

Las propiedades beneficiosas de ingredientes añadidos como los ácidos grasos omega-3, las proteínas de la soja, la fibra dietética u otros componentes bioactivos, están fuera de toda duda, según la investigadora del CSIC, Manuela Juárez, coordinadora de un reciente estudio patrocinado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología.

Lluís Serra, presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria, subraya la importancia de que el consumidor, aún desorientado sobre este tema, esté formado y sepa que estos alimentos sólo pueden ser coadyuvantes de una alimentación equilibrada.

EFECTOS La experta, que trabaja en un lípido presente en la grasa de la leche, el ácido linoléico conjugado, advierte, sin embargo, de que un mismo ingrediente funcional puede tener efectos muy diferentes dependiendo de la edad o de los hábitos y estilo de vida del consumidor. "Esperamos que el nuevo reglamento comunitario exija diferenciar qué es ciencia y qué no lo es en todos los alimentos funcionales que se presenten como tales", indicó Juárez.

Los especialistas deberán realizar ensayos y controles exhaustivos para determinar si el organismo asimila correctamente estos ingredientes, cómo los elimina, si ejercen la función deseada en las dosis recomendadas y si provocan efectos secundarios adversos o inesperados en los consumidores. También se han de llevar a cabo controles de calidad constantes.

"Estos ingredientes globalmente son positivos. Además de prevenir contra algunas dolencias, pueden contribuir a mejorar el rendimiento físico, intelectual y a mejorar la calidad de vidade algunas personas, como enfermos", subraya Lluís Serra, catedrático de medicina preventiva de la Universidad de las Palmas y presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC). Pero, concebirlos como sustitutos de una alimentación saludable es una absoluta equivocación", advierte el especialista.