Los próximos cuatro meses serán muy largos para los familiares de los soldados que van a cumplir con su deber en Líbano. Muchos de ellos ya han participado en otras misiones de paz, pero sus allegados no se acostumbran y desde aquí el miedo es mayor.
Rocío tenía los ojos brillantes. Su marido, Darío Moreno, acababa de irse y ella, que también es militar, se queda aquí, para cuidar de la hija de ambos, la pequeña Inés, de solo 3 meses. Cuando su padre regrese quizá tenga sus primeros dientes. A Rocío le hubiera gustado irse con Darío "pero yo no cambio a mi niña por irme, si no sí hubiese ido". Asegura que ya están acostumbrados, porque con anterioridad ambos han ido de misión, "pero ahora con la niña es diferente". Cuando Inés nació, él ya sabía que se iría cuatro meses "y yo lo entiendo, porque soy militar".
Aunque saben que los soldados se van contentos y se sienten orgullosos del trabajo que van a realizar, los que aquí se quedan no pueden evitar la pena. Juan Miguel Díaz tiene 22 años y es la primera vez que participa en una misión. Su madre, Maricarmen, estaba triste "pero él va muy contento". Su abuela, Ramona, no paraba de llorar, convencida de que no lo verá regresar "porque yo me encuentro mal y tengo mucha pena". Es su único nieto varón. "Yo pido al Señor bendito --rogaba-- que venga como se va y a mí me queden fuerzas para volver a verlo". Ramona no se opone a que su nieto sea soldado "pero no que se fuera tan lejos; siempre ha habido mili, pero la vida ahora está muy mala".
Tampoco la madre de Manuel Nicasio Cuevas, Juana Sánchez, podía disimular su tristeza. Otros dos hijos también han sido soldados, pero éste es el primero que sale en misión de paz. "Estoy orgullosa por él, porque es muy feliz con lo que está haciendo, pero no es fácil", decía.
Eva María Gutiérrez despedía a su marido, el cabo Delacruz, que ya ha participado en otras cuatro misiones. Esta vez no trajo a sus hijos a la despedida "porque lo pasan mal", pero ella sabe que ése es su sitio "porque es su trabajo y es lo que ha elegido".
