NACIO EN MADRID, PERO VIVE EN EXTREMADURA DESDE HACE 26 AÑOS Y SU FAMILIA PROCEDE DE LA REGION

TRAYECTORIA EDUCADOR PENITENCIARIO, ESPECIALISTA EN FORMACION Y CRIMINOLOGO

Cuando aún no existía la diplomatura de Educación Social (creada en 1991), ya había educadores penitenciarios. Ricardo Pérez lleva ejerciendo esta profesión en la región desde hace 26 años. Además, durante uno de ellos fue el director del Centro de Cumplimiento de Medidas Judiciales Marcelo Nessi. Desde su amplia experiencia, explica la labor de estos profesionales y su opinión sobre su situación.

--¿Qué hace un educador en un centro de medidas judiciales?

--A nosotros lo que nos afecta es la educación, aunque parezca una perogrullada, pero no estamos hablando de la educación formal --que es la que imparten los maestros--, sino de toda esa otra que envuelve la vida de una persona y le faculta para vivir dentro de los parámetros de la "normalidad", con todas las comillas que se quieran poner. Ahí entra la educación en valores, la responsabilidad social... En el caso de menores que han cometido un delito, en muchos casos vienen de familias desestructuradas, con una historia social compleja y ahí es donde entra el educador social y trata de cubrir los huecos que hay o de curar las heridas.

--¿En qué se concreta?

--Primero, en la convivencia, en el contacto, por tanto, en el conocimiento personal. Y después tratar de llegar, con diferentes herramientas técnicas, a todas esas necesidades. ¿Cómo? Facilitándoles acceso a la formación reglada, incorporándoles a programas específicos --muchos de los cuales hacemos nosotros-- para afrontar problemas de drogas, de aprendizaje....

--¿Cuáles son los problemas más habituales?

--Pues lo que ocurre es que nosotros intervenimos y una intervención puede entenderse como algo agresivo y así lo creen muchas veces los usuarios, en este caso los menores. Tú eres alguien externo que se está metiendo en su vida. Esto puede generar problemas, porque te ven como alguien que no tiene nada que ver, en principio, con ellos y parece como si quisieras organizarles la vida y te rechazan.

--¿En qué conflictos se traduce?

--Desde el rechazo puro y duro, desde la negativa a atender cualquier cosa que tú le aportes, hasta situaciones de agresividad. Ellos piensan que pueden responder a una agresión con otra. Se dan casos.

--¿Cómo valora los últimos casos polémicos en el Marcelo Nessi?

--Pues me parecen, aunque llevo mucho tiempo fuera, extraordinariamente dolorosos. Estoy muy apenado y querría que nunca hubiera pasado estas cosas. ¿Por qué pasan? Pues casi se me escapa. La respuesta fácil es decir que seres humanos trabajando con seres humanos, o tenemos una capacidad extraordinaria --que debemos tener y que se nos debe exigir-- o pasan estas cosas. Y cuando hablamos de menores y casos de agresiones, intentos de fuga y tal, debemos pensar que algo no estaremos haciendo bien.

--Algo que llama la atención es que conocemos más casos polémicos de este centro que de los penitenciarios. ¿Se dan más o trascienden más?

--No tiene por qué ser ninguna de las dos cosas, tal vez es porque está más puesto el foco, porque es más llamativo. No es que no nos preocupen los mayores que están cumpliendo condenas, pero nos parece más preocupante que los pocos menores que tenemos cumpliendo condenas, tengan problemas.

--¿Qué le parece que ahora se anuncie un nuevo reglamento para el Marcelo Nessi?

--Me parece bien, pero con estas cosas siempre se corre el peligro de que sea un brindis al sol. Creo que la Administración debe hablar más con los profesionales y darles más posibilidad de intervenir en los procesos con los menores.