Baltimore es una ciudad de la costa este americana, la costa más cercana a Europa. Es la más poblada del estado de Maryland --cuya traducción literal al español es 'La tierra de María '--. Allí hay una universidad que ha estudiado los efectos de llevarnos un Ipad, un portátil o un teléfono a la cama. Cada vez más nos puede la curiosidad de ver qué se dice en el patio de Twitter o Facebook o si nos han contestado a ese email pendiente. Su conclusión, y está en la revista Nature , es que esa la luz brillante de los aparatos, en un ambiente oscuro, puede causarnos una depresión.

Automáticamente al leer la noticia se me ocurrió enviarles a estos investigadores otra propuesta de estudio: qué lean las portadas de los periódicos españoles --me da igual si es en Ipad o en papel-- tras el 14-N.

Les garantizo una cosa. Quizá no provoquen depresión, pero desde luego sí desconcierto: "De fracaso en fracaso", "Fracasados", "Huelga muy general", "La calle SI clama"... ¿cómo puede ser que ante una misma realidad, haya titulares tan opuestos?

Es uno de los problemas que tiene este país, que no nos ponemos de acuerdo. Y esta semana hemos tenido ejemplos de sobra. No hubo acuerdo en resumir la huelga, aún menos a la hora de contabilizar el número de manifestantes, y tampoco lo ha habido a la hora de hacer frente al problema de los desahucios en este país.

Vamos por partes. Sobre la huelga. Vistos los resultados, está claro que los sindicatos deberían replantearse su forma de protestar. Llaman a una huelga que no pueden seguir los más cabreados, los casi cinco millones de parados. Ellos hacen huelga forzosa cada día porque no pueden trabajar. Para el resto, el seguimiento de la huelga no fue general y no es la primera vez. Pero hay un detalle más. A medida que desciende el seguimiento de la huelga aumenta exponencialmente el número de manifestantes en la calle. ¡Voilà! El ciudadano prefiere mostrar su cabreo en la calle, pero no faltar al trabajo.

XLO MASx anacrónico de las huelgas siguen siendo los piquetes informativos coactivos. La sociedad del siglo XXI --con internet, periódicos, radio o TV-- está lo suficientemente informada como para poder decidir si hace o no huelga. No es de recibo que alguien te obligue a hacerla contra tu voluntad. Es tan triste como aquellos que hablan de derecho a la huelga pero que luego están anotando quién falta y quién no para incluirlos en una especie de lista negra.

¿Y qué me dicen del baile de cifras de las manifestaciones? Lo de Madrid ha sido de chiste. 35.000 personas según la delegación del gobierno, un millón según los sindicatos. Son 30 veces más. Si se contara dinero y no personas, estoy convencido de que no se equivocaban.

De todos modos, las huelgas o protestas se hacen para conseguir algo. Si ese es el baremo, fue un fracaso en España porque el gobierno asegura que no va alterar su política pero un éxito en Bruselas porque el mismo día de la huelga el comisario europeo de Asuntos Económicos daba un respiro a España asegurando que no habrá que hacer más esfuerzos en 2013 "de momento".

Los esfuerzos sí los tendrán que hacer los políticos en solucionar un problema gravísimo en nuestro país: los desahucios. Esta semana hemos asistido a otra capítulo más de por qué se rompe el cordón umbilical entre los políticos y el ciudadano. Gobierno y PSOE no se han puesto de acuerdo tras tres reuniones que terminaron de madrugada. Lo triste es que hasta que algunos españoles no se han lanzado por la ventana, ellos no se han sentado en las sillas. Llegan tarde. Han sido tres años de negativas de PSOE y PP para tomar medidas y en tres días han pretendido cerrar un acuerdo que finalmente se queda en algo así como una aspirina para una gripe. Puede que alivie el problema o disminuya los síntomas, pero no nos cura del todo.

Varios economistas avisan que estas medidas palían el problema para los que se quedaron parados en 2009. Lo explican así: cuando se pierde el trabajo, se accede a prestaciones y sólo cuando éstas se terminan, se deja de pagar. Después se renegocia con los bancos y se inicia un proceso que como poco, dura dos años. De este modo han pasado tres años antes de que te echen a la calle. La pregunta es: ¿dan solución estas medidas a los parados de 2010, 2011 o este 2012?

Al menos esperamos que frenen una oleada de suicidios que nos ha puesto los pelos de punta y que cada vez provocan un mayor dilema moral. Siempre ha existido la creencia en los medios de que informar sobre suicidios, provocaba un efecto repetición y más casos. Y viendo las noticias del último mes, reafirmo la teoría. La pregunta moral es, si no hubiéramos informado de ello, ¿se habrían tomado medidas?

No quiero terminar sin recordar al jefe de policía local de Badajoz y el caso Gallardo . Lo de Juan José Venero es una de esas noticias que te dejan frío y que dejan huérfana una parte de la ciudad. La frase más repetida en las reacciones fue lo buena persona que era. Si todos coinciden será por algo.

Y sobre lo de Alfonso Gallardo. Evidentemente a alguien se le ha ido la mano... y la cabeza. Los trabajadores reconocen que una persona manipuló las bisagras, pero que no quería hacer daño a nadie. No se sostiene. No vale todo para mostrar el malestar por los despidos.

Escribo todo esto tumbado en la cama, en un portátil, con la luz baja, y aún sin deprimirme. Bueno, ya sí...Leo en un estudio que España es el país con más 'colocados' de toda la Unión Europea. Lamentablemente no hablo de empleo. El Observatorio Europeo de las Drogas 2012 sitúa a España a la cabeza del consumo de cocaína. El 10% de los españoles, es decir 4.719.049 personas la han consumido alguna vez. Qué lástima que en esto no haya una 'delegación del gobierno' para rebajar la cifra.