Hay cierto alivio en la posibilidad de subir la persiana desde hoy aunque algunos hosteleros no podrán, otros anuncian que no lo harán aún y, los que sí se pondrán tras la barra o en los fogones tienen muchas dudas sobre el devenir de los próximos días. Les preocupa si los clientes se animarán a visitar sus negocios, pero también si el tiempo acompañará para poder contar con ese 50% de aforo en la terraza y más aún si podrán hacer cumplir con el uso obligatorio de la mascarilla o deberán hacer un trabajo continuo de revisión en sus locales y advertir a los clientes indisciplinados.

«Poder abrir después es un alivio. Aunque hay muchos compañeros que no podrán aún nos alegra porque es un primer paso al que tienen que seguirle más en los próximos días», apuntaba ayer Miguel Martín, al frente del bar Vivaldi en Cáceres. Como la mayoría de hosteleros ha estado toda la semana preparando la reapertura del negocio después de un mes sin actividad: limpieza a fondo, visita de proveedores, carga de cámaras. Ayer al mediodía estaba todo a punto para arrancar.

A esa misma hora, Augusto Pino se afanaba en los fogones de La Trastienda de Mario y Marieta preparando salsas, purés y elaboraciones para la reapertura. Le esperaban unas 10 horas de trabajo para tener los preparativos básicos y arrancar con cocina en sus dos negocios. «Esto no es una zapatería en la que guardas los zapatos en una caja y los sacas al abrir. Volver requiere de muchos preparativos», subrayaba. Pero no se queja: «Llevamos un mes sin trabajar, así que estamos deseando», decía ayer resignado. En parte es porque económicamente la mayoría ha terminado con los ahorros que tenían pero también «porque tanto tiempo sin actividad empuja a darle muchas vueltas a la cabeza. También sobre lo económico». El empresario da por buena la reapertura y considera que las condiciones son necesarias. «Entiendo las restricciones aunque para muchos compañeros sean contraproducentes. Nos queda un fin de semana por delante que es complicado y va a ser necesario un gran ejercicio de responsabilidad de todos, también de la ciudadanía». «Vamos a tener una ardua tarea recordando el uso de la mascarilla, pero no queda otra», apuntaba mientras avanzaba con el trabajo.

Juanma Zamorano, por su parte, no abrirá de momento su restaurante El 13 de San Antón, que seguirá ofreciendo únicamente el servicio de comidas para llevar. «Lo he pensado mucho y me da pena porque tengo a trabajadores en ERTE, pero creemos que es mejor no abrir aún y esperar a que se estabilice más la situación de los contagios, se amplíen los horarios para las cenas y podamos contar no solo con la clientela de Cáceres, sino con los visitantes, que son el 40% de nuestras reservas», explicaba ayer por teléfono.

Sí va a abrir aunque a medio gas La Pitarra del Gordo, un local clásico de Plasencia. Ayer jueves fue jornada de preparativos y limpieza y hoy vuelven a la actividad después de un mes de cierre completo del local. Lo harán entre las 11.00 y las 18.00 horas «y sin cocina», indica Raúl Paniagua, responsable del negocio. «Dependemos mucho del turismo y creo que eso va a costar todavía por eso no vamos a abrir aún la cocina», explicaba. Cree también que el horario que se ha aprobado les deja un margen muy estrecho para establecimientos como el suyo, que no trabaja con los desayunos y considera además que tanta limitación «contribuye a concentrar a la gente en la misma franja horaria». «Abrir así no nos va a ser suficiente para sacar esto adelante, pero menos es nada», lamentaba ayer.

Isaac Alfonso quiere afrontar con optimismo el regreso de los clientes a Capricho, su local en la calle Menacho de Badajoz. Cuando se decretó el cierre bajó la persiana pero a los pocos días decidió subirla para preparar desayunos para llevar. «Económicamente no ha supuesto mucho. Pero pensé que al menos así perdía lo menos posible y de paso mantenía algo de la actividad», reconoce. Ayer tocó limpiar a fondo de nuevo y tratar con ozono el local para recibir hoy a los clientes. «Espero que el regreso sea duradero y que la gente se comporte con la mascarilla. No puedo estar vigilando a la clientela todo el tiempo, pero sí intentaremos que se conciencien».