«Una locura». Esa es la primera palabra que utiliza Ángel Villa, técnico responsable de arqueología del Ministerio de Cultura, para definir lo que él y el resto del equipo se han encontrado en el dolmen de Gualdalperal y su entorno. Ahora trabajan a contrarreloj para apurar el tiempo que les queda antes de que vuelva a subir el nivel del agua en el embalse de Valdecañas y engulla de nuevo tanto el yacimiento como otros restos presentes en los alrededores. «Si continúa a este ritmo podría estar de nuevo cubierto en dos semanas», dice Juan José Gordón, jefe de servicio de Arqueología del Instituto de Patrimonio Cultural y otro de los responsables del equipo. El Periódico Extremadura les acompaña en un paseo por el dolmen de Guadalperal.

Y no es un camino fácil. Para acceder al yacimiento hay que recorrer unos cinco kilómetros desde Peraleda de la Mata y atravesar una finca privada, por sendas no aptas para cualquier coche ni para una persona sin buena forma física. Una vez se llega al final del camino, donde en otras épocas del año hay agua ahora se presenta una inmensa explanada teñida de gris por la infinidad de piedras que la componen. Entre ellas, algunas hierbas y heces de ganado que se alimenta de estas plantas. Toca andar otro pequeño trecho más para alcanzar el yacimiento que ha puesto este área en el mapa arqueológico mundial. Allí las rocas grises cobran otra dimensión para transformarse en el dolmen de Guadalperal, un monumento funerario megalítico compuesto por alrededor de 140 piedras.

«La orientación del dolmen es hacia el este para que así, cuando amaneciera, el sol entrara por el corredor», explica Villa. «La figura principal es este menhir de piedra hincada que abre el corredor y por el que se accedería al interior», añade Gordón. La piedra, de unos dos metros, es antropomorfa, es decir, que pretende tener apariencia humana, y cuenta con un grabado serpentiforme. Descartan que se trate de un mapa del río, como se especuló en un principio. «Ni tiene la forma del cauce ni nada indica que lo sea», dice Villa.

El equipo ha realizado tres sondeos en estos meses: uno en la cámara sepulcral, en busca de restos humanos, otro en el corredor y el tercero fuera del túmulo. El trabajo de campo de excavación ya ha finalizado y ahora están estudiando lo que han encontrado. «Algunas de las piezas están en la Universidad de Alcalá. La previsión es que las que ya se han movido de momento vayan al Museo de Cáceres, de las que siguen aquí aún no lo podemos saber», apunta Villa. 

Ambos remarcan que han podido hacer su trabajo «a tiro hecho» gracias a la colaboración de los expertos de la Junta de Extremadura. 

Ángel Villa explica el trabajo que han estado realizando en el dolmen de Guadalperal. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

El dolmen no se mueve

Entre el equipo de trabajo, de alrededor de unas 15 personas, también hay técnicos biólogos y la conclusión es clara: el dolmen, por ahora, no se mueve. «Su labor principal ha sido estudiar si el agua beneficia al dolmen o le perjudica y, en principio, parece que le beneficia porque se crea una costra alrededor del conjunto, que además está protegido del oleaje por el anillo perimetral», explica Gordón. Ese anillo no es original del monumento, sino que fue añadido por Hugo Obermaier en sus excavaciones de los años 20 en el siglo pasado. «El dolmen no está en riesgo, por lo que no hay necesidad de moverlo. Además su valor es documental, no estético, y cualquier cosa que sea moverlo hace que pierda su contexto. Sólo se movería si estuviera en riesgo», tercia Villa. «El plan es hacer un seguimiento exhaustivo. Cada vez que el dolmen salga, vendrá al menos un técnico a verlo. La intención es conservarlo para las generaciones futuras», añade. Ambos señalan como prueba de esa intención de conservación la tramitación del expediente para que el yacimiento sea declarado Bien de Interés Cultural.

No sólo esconde tesoros el monumento funerario sino también todo su entorno. Los trabajos abarcan unas 30 hectáreas, hasta el antiguo municipio romano de Augustobriga, donde esta misma semana han encontrado un verraco que data de la época de los vetones y también un epígrafe de época romana. «En arqueología nunca se puede decir que esté todo localizado», remarca satisfecho Villa.

Verraco que data de la época de los vetones, un pueblo prerromano. CEDIDA POR PABLO ALFONSO RECUERO

Entre tanto, toda la información que están recabando la pondrán a disposición de la ciudadanía próximamente. «Llegar aquí no es fácil. Nuestra recomendación es que la gente espere porque van a poder ver y conocer todo lo que hay sin tener que andar horas bajo un sol de 40 grados».

Epígrafe romana de la antigua Augustobriga encontrada esta semana. EUROPA PRESS

Reclamo turístico

Villa recuerda cómo esta misma semana tuvieron que localizar a las cuatro de la mañana a un grupo que se había perdido caminando por la finca. «Ya veis lo que hay que recorrer para llegar hasta aquí. No es fácil», remacha.

Carmen y Victoria son de Cáceres y llegaron en barca. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Mientras lo dice, dos mujeres se hacen fotografías junto al monumento. Son Carmen Rosado y Victoria Barroso, de Cáceres, que han llegado en barca desde Berrocalejo. «Son 25 euros por persona», explican. La empresa Multiaventura Valdecañas ofrece la visita como una de las atracciones del pantano. En otro lado descansan dos mujeres más, de Talayuela, Alicia Martín y Laura Gil. «Hemos venido caminando por el borde (del pantano) con nuestros maridos». Ellos ya se habían marchado de vuelta, ellas esperan a la misma barca para el retorno mientras se protegen del sol con una bandera de Extremadura.

Alicia y Laura, de Talayuela, después de llegar bordeando el pantano. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

«Esto es una maravilla», coinciden las cuatro. Afirman que durante toda la mañana «no deja de ir y venir gente». A pesar de la travesía, nadie se quiere perder el espectáculo megalítico extremeño que ya espera a que las aguas lo vuelvan a sumergir y del que sólo se podrá ver la información recabada por Cultura. Hasta la próxima sequía. 

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Raíces de Peraleda insiste en que debe trasladarse

A Raíces de Peraleda sigue sin convencerle la decisión de dejar el dolmen de Guadalperal donde está. «Nos parece un error», afirma Ángel Castaño, presidente de esta asociación cultural. Castaño recuerda que fueron ellos quienes en 2019 llamaron la atención sobre este patrimonio: «Entonces lo movimos y el Ministerio no hizo nada. Y ahora no entendemos la postura que tienen, sobre todo porque no dan información de nada», denuncia.

Raíces de Peraleda se apoya en un informe que encargaron en septiembre de 2019 a la Asociación Geológica de Extremadura para subrayar que el dolmen está en peligro en su ubicación actual. En ese estudio se recoge que 55 ortostatos (bloques de piedra rectangulares más altos que gruesos) del conjunto tienen un riesgo de daño o pérdida irreversible con «probabilidad muy alta». «Cuando encargamos el estudio muchos expertos nos llamaron y hablaron con nosotros indignados pero, como la mayoría trabaja para las administraciones, no se atreven a decirlo públicamente», asegura Castaño. 

Cambios de temperatura / «Desde el Ministerio ahora dicen que hay una capa que se forma en el agua y protege el dolmen, pero eso se daría si siempre estuviera sumergido. El problema es que no está siempre debajo del agua y está sometido a cambios de temperatura, a la erosión. Esa capa se destruye cada vez que las piedras entran y salen del agua», explica.

El presidente de Raíces de Peraleda tampoco acepta el argumento de que mover el yacimiento sería descontextualizarlo de su función original: «Entendemos que si lo mueven para colocarlo en un rotonda en la A-5 a Madrid sí se descontextualizaría», ironiza, «pero lo que pedimos es que se quede en la misma zona aunque a salvo del agua. Hablan mucho del contexto original pero ese contexto original ya no existe, está debajo del agua en un paisaje arrasado», argumenta.

Castaño aprovecha también para subrayar de nuevo el filón turístico y económico que el monumento megalítico podría suponer para la comarca del Campo Arañuelo: «Económicamente sería bárbaro. Si se pudiera explotar turísticamente sería de un valor enorme para la zona porque vendría gente, visitarían otros lugares cercanos, se crearía un flujo de movimiento que ahora no existe», asegura. «No sabemos cuántas veces más se va a sumergir el dolmen ni cuántos años va a durar», lamenta.

El dolmen, visto desde el cielo. EL PERIÓDICO