Hoteles abandonados con nidos de cigüeñas en sus tejados, cristales rotos y puertas tapiadas en fachadas que fueron negocios, y entre la maleza las siglas CNV esculpidas en el hormigón de una pared; un paisaje gris de lo que pudo ser la central nuclear de Valdecaballeros 37 años después de una moratoria nuclear que dejó a este municipio pacense «con el caramelo en la boca».

«Existe una deuda con Valdecaballeros», sostiene su alcalde, Gregorio Rodríguez Dueñas, mientras muestra a EFE el escenario de paredes mudas y muros decadentes que conforman el recinto que iba a albergar una central nuclear con dos reactores, cada uno de 950 megavatios.

Cuando el Gobierno decretó la moratoria nuclear en 1984 y, por ende, la paralización temporal de las obras, el reactor 1 estaba ya casi finalizado, tal como recuerda Miguel Ramos, que con 20 años se subía a una grúa de 70 metros todas las mañanas para trabajar en la construcción de este coloso tapiado.

El otro reactor se paró cuando ya estaba construida la estructura de hormigón. Ahí se acabó el sueño de un pueblo, los anhelos de prosperidad de sus habitantes y el punto y final a comercios y hoteles que habían surgido para alimentar y dar descanso a los centenares de trabajadores que acudían a la obra.

Nostalgia de la ‘prosperidad’

La mayoría aún recuerda con nostalgia los años en los que muchos de ellos se aventuraron a montar negocios para poder dar servicios a todos los autobuses llenos de gente que venían directos de Madrid y desembarcaban en el pueblo. «No sabíamos lo que era una central nuclear, aquello nos lo encontramos de golpe sin saber qué era y precisamente es ahora cuando caes en la cuenta de las cosas que podría tener el pueblo, sobre todo para los jóvenes», afirma Zoila, de 83 años, quien en su día montó un negocio en el que daba servicios de hasta 100 comidas y más de 80 cenas al día.

Las casetas de control y seguridad de la central, ahora llenas de herrumbre, fueron testigos del paso diario de más de 5.000 trabajadores que se dividían en tres turnos. En el lago artificial construido para refrigerar los dos reactores, ahora se bañan los curiosos y la gente del pueblo, que ve a lo lejos las siglas CNV.

De la temporalidad de la moratoria se pasó a la firmeza de la decisión y luego al desmantelamiento. La nuclear de Valdecaballeros nunca llegó estar en funcionamiento. Resulta curioso que muchos de los que allí trabajaron ya vaticinaban que esta «obra monstruosa» nunca llegaría a su fin.

«Nos pusieron un caramelo en la boca que nunca nos pudimos comer», sostiene el alcalde, quien no oculta que la sensación de «abandono» hacia este municipio persiste entre sus habitantes.

Caída del censo

De hecho, el censo de Valdecaballeros pasó de 1.960 habitantes en 1984 a los 1.100 actuales. La resignación de lo ocurrido tuvo como respuesta la emigración.

Rodríguez Dueñas dice que guarda «un rescoldo de esperanza», pues la Junta de Extremadura es titular desde enero de 2020 de estos terrenos. «No está claro» qué hacer con estos edificios vacíos, aunque apunta, no muy convencido, que estas viejas instalaciones podrían acoger un emplazamiento energético de algún tipo, como las renovables.

Afirma que Valdecaballeros depende de ello y aunque vaticina que a pesar de darse un cambio de tendencia, «para no acabar siendo un geriátrico», los puestos que generan las plantas fotovoltaicas en otros municipios «no son suficiente para atajar el problema al que se enfrentan los pueblos extremeños».