Síguenos en redes sociales:

Dos años de pandemia: Radiografía extremeña del covid

Arroyo de la Luz, el primer pueblo aislado

El municipio cacereño se convirtió en el epicentro del virus en marzo de 2020, con la primera víctima. Hace justo dos años se declaró el estado de alarma y se cerró esta localidad de unos 6.000 habitantes

Arroyo de la Luz, el primer pueblo aisladoSILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

Es día de mercadillo y han aprovechado hasta última hora de la mañana para hacer compras.

--Ay, aquello parecía la guerra, con los militares desinfectando las calles, si lo pienso me dan ganas de llorar --expresa Juana Caballero Campos.

--Bueno, lo de Ucrania sí que es una guerra --apunta María del Carmen Serrano Castaño.

--Fue horrible lo de Claudia, dos días antes la vimos pasar por aquí mismo --apostilla Felicísima Prado García-Martín.

--Yo también me contagié al igual que ella, pero por suerte no me tuvieron que ingresar --dice de nuevo Juana. 

La conversación transcurre en una esquina cerca del ayuntamiento. Las tres, entre los 76 y los 79 años, vecinas de Arroyo de la Luz «de toda la vida».

Juana Caballero, Felicísima Prado y María del Carmen Serrano, vecinas de Arroyo.

Cerca de ellas pasa, también después de hacer la compra, José María Serrano Rodríguez, 58 años. «¿Lo que más recuerdo? Las calles vacías. Me impresionaba. Es que no sabíamos qué estaba pasando. Teníamos mucho miedo y mucha confusión», reflexiona.  

Este municipio de alrededor de 6.000 habitantes, a unos 20 kilómetros de Cáceres, se convirtió en el epicentro del coronavirus en Extremadura hace ahora justo dos años. Cuando aún buena parte de la población seguía haciendo bromas sobre el virus aquí el covid-19 se cobraba su primera víctima mortal. El 11 de marzo de 2020 falleció Claudia, 59 años, trabajaba en la Biblioteca Municipal. Fue también de los primeros entierros del país a puerta cerrada (después la situación empeoró y desaparecieron todo tipo de despedidas).

José María Serrano, 58 años.

Dos días después de esa muerte, el 13 de marzo, el Gobierno central anunció el estado de alarma y la Junta de Extremadura decretó el aislamiento social de Arroyo de la Luz. Fue, junto con Igualada (en Barcelona), el primer municipio en cerrarse de España.

Las dos siguientes víctimas en la comunidad también eran de esta localidad cacereña, que se convirtió en uno de los focos principales de la región. El aislamiento social duró un mes.

«Parece que el virus empezó aquí, y la realidad es que ya estaba en todas partes», dice el alcalde

«Después hemos tenido más cierres perimetrales pero no como el primero, en el que estaban absolutamente controladas todas las entradas y salidas y se paraba a todos los coches», expresa el alcalde de Arroyo de la Luz, Carlos Caro Domínguez (PSOE).

Habla desde su despacho en el ayuntamiento, donde pasó parte de la pandemia atendiendo el teléfono. «Terminaba una conversación de pocos minutos y en ese tiempo ya tenía 20 llamadas perdidas», recuerda. «La sensación era que nos enfrentábamos a algo grave, pero con mucho desconocimiento, y eso la ciudadanía lo percibía», asegura.

El párroco en el tejado

Justo desde su ventana se ve el tejado de la iglesia Nuestra Señora de la Asunción al que se subió el párroco Juan Manuel García para bendecir el pueblo en plena primera ola. El Obispado le llamó la atención. «Pero tengo que decir que dio mucho apoyo psicológico a la gente, ayudó mucho, y siguió con las misas por su canal de Youtube», afirma el alcalde. 

Él apenas llevaba siete meses de regidor cuando estalló el covid. No contaba con experiencia previa. Acababa de cumplir 33 años. A su favor, gobernar con mayoría absoluta. «Antes del estado de alarma y del aislamiento ya habíamos tomado medidas. Cerramos la residencia de mayores, el centro de día, suspendimos el mercadillo de ese jueves...».

Llegada del apoyo militar a Arroyo de la Luz en marzo de 2020.

Recuerda con dureza la llamada a los familiares cada nuevo fallecimiento. En total, las muertes oficiales en la localidad superan la treintena, gran parte vivían en la residencia de mayores. Un Parque del Recuerdo, a las afueras del municipio, rinde homenaje a las víctimas con una placa.

Cuando habla de aquellas primeras semanas, insiste una y otra vez en «el comportamiento ejemplar de la ciudadanía». Se creó una plataforma de voluntarios, Fuerza Arroyo, que repartió mascarillas (cuando las hubo) y dio apoyo psicológico a través del teléfono a las personas mayores que vivían solas, entre otras tareas. 

No se podía salir de casa pero los vecinos colgaron carteles en los balcones para darse ánimos.

El estigma

Sí tiene una espinita clavada este alcalde: el estigma que el covid le ha dejado a Arroyo de la Luz al convertirse en el foco mediático al principio de la pandemia. «Parece que el virus empezó aquí, y la realidad es que ya estaba en todas partes».

Uno de los operarios que desinfectó las calles del municipio.

«Es que dices que eres de Arroyo y te responden: ‘Ah, donde el covid’», apunta Natalia Salomón Pacheco, 26 años. Ella trabajaba como enfermera en la residencia de mayores de su pueblo cuando todo empezó; allí también vivía su abuelo, Isidoro. Los dos cogieron el covid. El día que ella se curó, él falleció, con 89 años. Fue el 27 de marzo. «Se lo llevaron al hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres, y estando allí no supimos nada de él; después lo pasaron a la Montaña y desde allí ya nos llamaron que lo sedaban porque no respondía al tratamiento. Nadie pudo ir a despedirse, estaba prohibido. No hubo velatorio, y solo cuatro personas en el entierro. Fue inhumano».

«Era como una película de ciencia ficción pero en tu pueblo», recuerda Natalia, enfermera en la residencia

Del contagio del covid y los efectos lo que más recuerda es la ansiedad de estar encerrada en la habitación sin saber qué le podía pasar. «Y asomarme a la ventana y ver continuamente a los militares. Era como una película de ciencia ficción pero en tu pueblo».

De su trabajo en la residencia, la cual Sanidad tuvo que medicalizar, tiene grabado el momento en el que empezaron los síntomas entre los usuarios, había que aislarlos y no disponían de material. «Al principio nos daban mascarillas y batas de papel... Es que se nos vino el mundo encima».

Natalia Salomón en la puerta del hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres.

Ella también fue al «famoso viaje de Sevilla», al igual que Claudia, pero muchas de sus compañeras de la residencia se pusieron igualmente malas. «Así que no sé dónde me contagié».

Dejó su puesto de enfermera en este centro de mayores porque «psicológicamente no podía más». Pasó por el hospital de Coria, por la planta covid, después por La Montaña y ahora está en la octava del San Pedro de Alcántara, la planta covid. «No me quito al virus de encima», bromea. En el último año ha visto cómo el efecto de la vacuna ha aminorado los ingresos.

Lo cierto es que, reconoce, tiene una huella difícil de borrar. «La ansiedad de esos días no la voy a olvidar nunca. Yo he estado dos años sin vida social. Me daba un miedo brutal pisar un centro comercial».

El alcalde de Arroyo de la Luz, Carlos Caro Domínguez, observa la placa de homenaje a los fallecidos por la pandemia en el bautizado como Parque del Recuerdo, a las afueras de la localidad.

¿El mayor aprendizaje? «Hay que vivir el momento, porque de un día para otro todo cambia. Porque de repente nos han quitado dos años de vida».

Y ahora...

Seis olas después --«ha sido ahora cuando me he contagiado, justo en Navidades, pero sin síntomas», dice el alcalde-- en Arroyo ya tienen la sensación de que respiran y de que recuperan, de verdad, la normalidad. La prueba más evidente es que el próximo Lunes de Pascua, tras dos años cancelada, celebrarán su jornada grande: el Día de la Luz, una Fiesta de Interés Turístico Regional con carreras de caballos y actos de devoción a la Virgen.

«Y nosotras por fin hemos recuperado los ensayos», dicen las tres vecinas de la esquina. Van juntas al taller de teatro. 

Eso sí, por la calle siguen con mascarilla. «Por si acaso».

Pulsa para ver más contenido para ti