INTERRUPCIÓN DE EMBARAZO

Amor Agudo: «No me dejaron ver a mi hija y me dijeron que la tirarían a un contenedor»

A Agudo la derivaron a la clínica Guadiana de Badajoz, la única que practica interrupciones de embarazo en Extremadura

El SES sigue sin practicar abortos: en el primer año de la ley derivó a 1.171 mujeres

Amor Agudo: «No me dejaron ver a mi hija y me dijeron que la tirarían a un contenedor».

Amor Agudo: «No me dejaron ver a mi hija y me dijeron que la tirarían a un contenedor». / El Periódico

Fue en febrero del 2022 cuando Amor Agudo se enteró de que estaba embarazada. Pero en junio comenzaron a hacerle pruebas porque algo no iba bien: el cerebro de su hija no estaba del todo desarrollado. Así que, cuando le faltaban dos días para cumplir las 22 semanas de gestación le dieron la terrible noticia: tenía que interrumpir su embarazo. No le dio tiempo casi ni a recapacitar pues en esa misma consulta le prepararon la documentación para que al día siguiente pudiera abortar. Pero eso sí, la derivaron a la clínica Guadiana de Badajoz, la única que practica interrupciones de embarazo en Extremadura.

Aquí le dieron unas pastillas para que se las tomara el fin de semana (era viernes) y el lunes regresó. «Les pedí que quería ver a mi hija y se negaban. Me decían que iba a ser muy doloroso, pero yo insistía», recuerda. Hasta que en un momento de lucidez les preguntó qué harían después con ella: «Me dijeron que la tirarían a un contenedor. Me negué. Les dije que me la quería llevar», cuenta. A los médicos no les gustó, así que le advirtieron de que tendría que encargarse ella de todo el proceso.

El parto no fue mucho mejor: «Tenía muchos dolores y nadie venía. Mi hija nació sola, en la cama. Después vinieron a por mí y me subieron a una silla de ruedas, me hicieron sentarme encima de ella», recuerda. Tras esto entró en quirófano y ya no recuerda más. Sí consiguió que una funeraria se hiciera cargo de su cuerpo y la incineraron. Ahora guarda en su casa una pequeña urna con las cenizas de Ayla, como se llamaba. «En esa clínica me sentí un número y mi hija una basura. Todavía no he podido volver a intentarlo, psicológicamente no estoy preparada», reconoce.