Estudio sobre 'deepfakes'

La proliferación de vídeos falsos sobre la guerra entre Rusia y Ucrania acelera la desconfianza de los usuarios

Un estudio psicológico subraya que el conflicto en el este de Europa ha sido el primero en el que se ha utilizado la inteligencia artificial como arma

Vladímir Putin.

Vladímir Putin. / EFE

Carles Planas Bou

La desinformación no sólo busca imponer una narrativa sobre otra, sino que el receptor termine dudando de todo. Un estudio psicológico publicado este miércoles y centrado en la guerra entre Rusia Ucrania apunta a que la proliferación de vídeos falsos sobre el conflicto ha mermado la confianza de muchos usuarios, produciendo así un "escepticismo malsano" que les lleva a no diferenciar realidad y ficción.

Este análisis empírico dice ser el primero en evaluar "el uso de 'deepfakes' en la desinformación y la propaganda en tiempos de guerra". Está firmado por investigadores de la Escuela de Psicología Aplicada de la University College Cork, en Irlanda, que han diseccionado casi 5.000 mensajes publicados en X –la red social anteriormente conocida como Twitter– durante los primeros siete meses del conflicto.

Su principal conclusión es que la proliferación de 'deepfakes' –vídeos alterados con inteligencia artificialpara imitar el rostro o la voz de una persona– socava la confianza de los usuarios "hasta el punto de que perdían la confianza en cualquier imagen procedente del conflicto". Así, asegura que algunos consideraban falso el contenido verídico compartido por muchos medios de comunicación.

Dudar de todo

Entre los mensajes analizados destacan manipulaciones tan sonadas como la que suplantaba al presidente ruso, Vladímir Putin, anunciando un acuerdo de paz o otra del mandatario ucraniano Volodímir Zelenski rindiéndose. Aunque ninguno de esas situaciones existió, a simple vista ambos eran relativamente convincentes. En otro caso, la IA permitió engañar a varios eurodiputados y a los alcaldes de ciudades como Madrid, Berlín o Viena.

El estudio señala que el conflicto en el este de Europa ha sido el primero en el que se usa esta tecnología como arma, un dispositivo que además da alas a quienes diseminan teorías de la conspiración. También advierte que hay una falta de alfabetización sobre lo que es un 'deepfake', pero que los esfuerzos de algunos periodistas por informar y concienciar de este fenómeno "puede socavar la confianza en los vídeos legítimos".

"Una vez más, el periodismo ha de desempeñar un rol relevante para conectar la realidad con la audiencia, intentando salvar el obstáculo que introducen este tipo de narrativas generadas para desinformar", reacciona Ángel Vizoso, profesor del departamento de Ciencias da Comunicación e investigador del Grupo Novos Medios de la Universidad de Santiago de Compostela. "De cara al futuro será interesante avanzar en tres frentes: la investigación, el desarrollo de herramientas para la verificación de estos elementos y, por supuesto, la información y explicación de todo aquello que hay de falso en ellos".

El estudio ha sido publicado en PLOS ONE, una revista científica de la Public Library of Science de San Francisco.