La huelga menos general de las convocadas en la democracia española será probablemente también la que deje más indemne la imagen del Gobierno. Indemne o incluso reforzada en algunos aspectos como la proyección internacional de un José Luis Rodríguez Zapatero que no solo podrá seguir presumiendo ante los foros económicos de reformador inflexible. También de haber sabido mantener bajo control las protestas generadas por ajustes que en otros países, como Grecia o Francia, amenazaron con desbordar al Gobierno.

Con la prudencia exigida por las valoraciones de urgencia, estas eran primeras las sensaciones transmitidas ayer por miembros de la Comisión de Coordinación que en la Moncloa siguieron minuto a minuto el desarrollo de la huelga. En público, el presidente del Gobierno se mantuvo fiel al guión y habló de "seguir con el diálogo" al ser interrogado en los pasillos del Congreso, pero en privado no ocultó su satisfacción.

El Ejecutivo había previsto una paralización más general del transporte en las ciudades que podría tener efecto dominó en algunos sectores, pero el pacto de unos servicios mínimos generosos evitó el efecto perverso que genera su incumplimiento, según las mismas fuentes.

El seguimiento limitado de la huelga también ha permitido al Gobierno mantener hasta el último minuto la estrategia marcada por el presidente de evitar la confrontación con los sindicatos, eludiendo incluso dar una cifra global de participación que podría haber abierto otro abismo con Méndez y Toxo. "Solo hemos dado las cifras contrastadas, incontestables, para evitar entrar en cualquier tipo de guerra", indicó uno de los colaboradores de la comisión.

MANO TENDIDA Una estrategia que permitirá al Gobierno tender la mano a los sindicatos a partir de hoy mismo. El Gobierno ya no puede dar marcha atrás en la reforma laboral, pero desde la Moncloa se confía en el gran número de reformas pendientes, como la implantación del modelo austriaco, la reforma de las políticas activas de empleo y las pensiones, para que los líderes sindicales se avengan a reabrir el diálogo.

Desde la Moncloa también se confía en que el relevo previsto en Trabajo facilite el diálogo, no porque Celestino Corbacho haya sido un obstáculo, sino por el mero gesto que comporta el cambio de interlocutor. El hombre que ha dado la cara por el Gobierno en la reforma laboral y en la jornada de huelga dejará el Ejecutivo antes de un mes para disputar las elecciones catalanas como número tres del PSC.