Recuerdo la llamada al sereno por las noches y el ruido del bastón al apoyarse en el suelo, el sonido de las llaves y el grito del vecino llamándolo:

-Serenoooo.

-¡vaaaa!.

Y la tranquilidad en la noche era algo común.

El sereno de la calle Santa Eulalia y sus calles limítrofes cuidaban de la tranquilidad de todos.

Los vecinos no tenían que llevar llave, las tenía el sereno. Claro que las llaves de entonces, de aquellos portales con llamador de mano comunista en la puerta, no era para llevarlas en el llavero. Con una de ellas te podías defender de cualquier agresión.

Hace unos días alguien comentaba, un poco sorprendido, como en el lago de Proserpina, que hay unos quinientos chalés, no se tienen guardias de seguridad por la noche, o serenos.

Los vecinos, cuyas viviendas en su mayoría son segunda residencia, estarían más tranquilos, incluso las casas aseguradoras abaratarían sus cuotas. Se evitarían muchos robos.

Pero esa idea no sólo es para una zona distanciada de Mérida sino para el mismo centro de la ciudad. Hace falta. No es necesario recordar las veces que han robado e intentado robar en los comercios de la calle Santa Eulalia y en otras zonas. Los guardias de seguridad impedirían gamberradas, robos, pinturas de grafiteros desaprensivos y violencias callejeras que sólo conducen a una inseguridad ciudadana que todos están hartos de soportar y algunos de sufrirlo en sus propias carnes.

Los partidos políticos, que tienen que hacer sus programas electorales, en vez de prometer cosas que son imposibles de realizar, caso de la Delegación del Gobierno o el Consejo Consultivo para que estén en Mérida, los partidos mayoritarios así lo han decidido, poner cosas más sencillas, que llegan más al público y que son fáciles de conseguir.

Rescatar la figura del sereno es algo que ya se está pidiendo a gritos y oír en la madrugada con aquella vozarrona:

-Serenooo.

-¡Vaaa!