Hacemos un paréntesis en los reportajes sobre la historia del Moto Club Emeritense que reanudaremos el próximo domingo. Este, por ser el día de la patrona, con procesión desde la concatedral de Santa María la Mayor hasta la parroquia de Santa Eulalia, con la mártir como protagonista del día, y la apertura de las pitarras después de la misa solemne, le vamos a dedicar esta página, que ya en alguna otra ocasión hemos escrito sobre esta peculiar tradición emeritense, a la apertura de las pitarras de vino el mismo día de la festividad de la patrona.

La costumbre ha ido desapareciendo. Los tiempos. Los adelantos. El embotellamiento de los vinos y el tener que seguir unas normas de seguridad que hay que acatar.

Las pitarras en Mérida han sido una tradición de siglos. El cronista oficial de Mérida José Alvarez y Sáenz de Buruaga ya comentaba la apertura de tabernas en el siglo XVI y como el ayuntamiento emeritense no permitía que se comprara vino de fuera hasta no consumir el propio. La plaza del Rastro y la calle de El Puente eran los lugares más concurridos.

El vino de pitarra es auténtico. No tiene más ingredientes que la uva. No lleva conservantes. Se pisaba y se echaba en los conos que solían tener 90 arrobas, 1.440 litros. Alejo Fernández, hijo de El Botero, químico y profesor en el instituto Santa Eulalia, nos decía en cierta ocasión, y de vino entiende, que han muerto por el vino y la leche más personas que en las guerras mundiales.

Hoy, José María Alvarez Martínez y su esposa Trinidad Nogales, que saben más de romanos que de vino, abren una pitarra en su casa. El vino se lo proporciona Carlos Cascon Chito, todo un personaje en la ciudad, y de vino sabe. Es una pitarra de amigos. Intima.

Hubo épocas que el recorrido por las pitarras se hacía interminable: Modesto Fernández El Botero, enfrente del Hornito, con una taberna bien concurrida; Miguel Cano Pino El Ceja, en la calle Nueva, hoy Suárez Somonte, tenía unas aceitunas exquisitas, del año, machadas y rayadas; Claudio Domínguez, la bodega la tenía en la calle Suárez Somonte y el negocio en la calle Calvario y el vino se bebía en la calle San José. Muchos más pitarreros había en Mérida, antes y después de estos, que eran los más conocidos.

SANTIAGO CARRASCO Es la pitarra más concurrida en la actualidad. Desde que comenzó han pasado muchos años y han chupado para obtener el primer sorbo de vino los más destacados políticos: Antonio Vélez, ex alcalde Mérida; Pedro Acedo, alcalde actual; Juan Ignacio Barrero, ex presidente del Senado, chuparon en el ejercicio de su profesión y después todos toman el vino con unas mesas llenas de pestorejo, sardinas, queso de oveja, jamón, garbanzos... vamos, todo un banquete, acompañado del pan de Luna.

Tanto José María Alvarez Martínez como Santiago Carrasco han hecho posible que esta tradición perdure en Mérida. Después de la procesión y acompañar a la mártir a su parroquia y oír misa solemne, toca el turno de las copas de vino de las pitarras, cuyos caldos son de excelente calidad.