Un año más, el recinto ferial vuelve a verse concurrido por cientos de personas que acuden a este espacio para disfrutar de las fiestas de la capital extremeña. Sin embargo, esto no siempre fue así. La tradicional Feria de Septiembre se instaló en este lugar en la década de los 90, pero antes pasó por la Rambla Santa Eulalia, la barriada de la Argentina, la zona del parque de las Siete Sillas e incluso por el polígono Nueva Ciudad.

Aunque estos emplazamientos puedan parecer algo lejanos en el tiempo, muchas personas aún recuerdan con nostalgia sus andaduras por aquellos lares. Con 71 años, Antonio Álvarez todavía se acuerda de la famosa caseta donde la sociedad del Liceo organizaba un gran baile al que él acudía junto a su entonces novia y después esposa, su hermano y su futura cuñada. «Para entrar tenías que pagar una entrada, aunque también podías sacar un bono para toda la feria, que es lo que hacíamos nosotros», cuenta este emeritense afincado en Madrid.

Los padres de Lidia García eran, casualmente, socios de esa misma agrupación. Todavía sigue disfrutando de la feria a sus 57 años, pero lamenta que no haya tantas casetas como antes. El propio club de golf de Don Tello donde ella practica este deporte solía montar una, pero dejó de hacerlo hace ya un tiempo. Álvarez, por su parte, echa en falta esos eventos tan típicos antiguamente. «Antes se bailaba más y se podía hablar, pero ahora entras en una discoteca y es todo por señas», manifiesta.

María Ramírez, de 85 años, también echa de menos ciertas actividades que se llevaban a cabo cuando ella era joven y vivía en Aljucén, un pueblo ubicado a unos 16 kilómetros de la ciudad emeritense. Hace ya mucho tiempo que no va a la feria, pero se acuerda perfectamente del circo Borza al que su tía le llevaba de pequeña, de los rodeos de animales donde otro familiar acudía para llevar el pienso que comían los «bichos», o incluso del teatro chino de Manolita Chen, el mítico espectáculo de revista que recorrió numerosas ciudades españolas durante gran parte del siglo XX y al que ella asistía junto a sus amigas cuando paraba en Mérida.

Actuaciones musicales

A pesar de las diferencias entre el pasado y la actualidad, hay ciertos elementos presentes a lo largo de toda la historia de la feria, y uno de ellos es la música. Máximo Sánchez recuerda con entusiasmo los conciertos que el hotel Las Lomas organizaba cada día en la caseta que montaban todos los años. Él y sus amigos fueron a ver algunos, como el de Javier Gurruchaga y la Orquesta Mondragón, pero el espectáculo que mejor tiene grabado en su memoria es, sin duda, el de Miguel Ríos. «Entonces empezaban a aparecer tecnologías muy novedosas por aquella época, como un rayo láser que pintaba en el cielo el título de la famosa canción de Bienvenidos», relata este emeritense de 54 años.

En esa caseta trabajaba, precisamente, Leonardo Galán, otro vecino de la localidad que se encuentra a punto de entrar en la sesentena. Su cometido era intentar salvaguardar la seguridad tanto de los propios cantantes como de las personas asistentes al concierto. Miguel Bosé, Nicola Di Bari, los Chunguitos o incluso humoristas como Paco Gandía son tan solo algunos de los conocidísimos artistas nacionales e internacionales que actuaban en Mérida feria tras feria, bien en esta caseta, bien en otras municipales como la que se montaba dentro del antiguo estadio Romano.

No se trata del único hecho relacionado con la feria en el que estos dos emeritenses coinciden. Máximo señala que, cuando él era pequeño, empezaron a proliferar puestos de venta de pollos asados. Casualmente, una de las tradiciones de Leonardo durante esas fechas era comerse medio pollo junto a una cerveza de la antigua marca El Gavilán para reponer fuerzas y seguir la fiesta.

Sin embargo, cenar en la feria no era algo tan común como pueda parecer según el testimonio de ambos. María se vino a vivir a Mérida en 1963, justo cuando se casó. La economía familiar por aquel entonces no era muy boyante, pero no quería dejar a sus dos hijos sin disfrutar de la feria. Para ahorrarse unas pesetas, solía comprar varios tacos de jamón unas horas antes de ir a la feria para acompañar a la bebida que se tomaban en la caseta donde se sentaban a descansar.

Ya no es lo que era

Todos ellos recuerdan con nostalgia y melancolía aquella fiesta que los emeritenses esperaban con ansia durante gran parte del año. «En realidad, la feria empezaba en agosto, porque era cuando tu madre te compraba ropa nueva para estrenarla los días que salieses. Antes era un ritual muy bonito, pero ahora vas a la feria en pantalones cortos, si es que no te vas a la playa», comenta Leonardo decepcionado. Lidia piensa algo parecido. «La feria ha perdido su encanto y ha dejado de ser especial porque ahora tenemos mucho de todo, ya no tiene el mismo aliciente que antes», opina con cierto desencanto.

Aunque no todo es negativo hoy en día. Máximo reconoce que las guarderías que permiten disfrutar a los adultos mientras sus hijos se encuentran bien cuidados son una grata novedad. También considera positivo el aumento de la seguridad en el recinto gracias a una mayor presencia de servicios de protección como policía, bomberos o Cruz Roja.

Y es que sí, puede que cualquier tiempo pasado sea mejor, pero también hay otro dicho popular que afirma hay que saber de dónde se viene para tener claro a dónde se va. Quizás por esa razón, estos emeritenses nunca olvidarán todas aquellas anécdotas que la Feria de Septiembre les dio en su juventud y que todavía hoy recuerdan con cierta tristeza pero, sobre todo, con mucha emoción.