La tienda de calderón de la barca la abrieron sus padres en 1992

Las golosinas que han saboreado varias generaciones en Mérida

La confitería Isi, un referente del comercio local

Alicia Rodríguez en la puerta del local.

Alicia Rodríguez en la puerta del local. / JORGE ARMESTAR

La historia de la confitería Isi es la del triunfo del comercio de barrio en Mérida. No es una tarea fácil hablar con Alicia Rodríguez Sánchez, la encargada y dependienta de este negocio, ubicado en la céntrica calle Calderón de la Barca. Es mucha la gente que entra y sale de la tienda para comprar caramelos, golosinas, frutos secos, bollería, pan... El género rebosa en varios estantes, en cajas transparentes y en la propia vitrina del mostrador. Desde su fundación, allá por 1992, la tienda se las ha apañado para sobrevivir durante todo este tiempo. Sus progenitores, José (conocido como Pepe patata porque repartía chucherías por los bares de la capital) e Isidra, fueron los que hace más de tres décadas levantaron la persiana. «En el negocio siempre estaban mis padres y yo recuerdo, de siempre, criarme entre estas paredes y jugar por esta calle con mis hermanos. Es emocionante sentir el poso que dejaron y que continué», explica con una amplia sonrisa.

Para muchos jóvenes, especialmente los que han hecho vida académica en el colegio Suárez Somonte, la confitería Isi ha sido y es un punto de referencia para pasar las tardes como en casa. «¿Compramos unas pipas donde la Isi?, ¿Una bolsa de regalices y unas palmeras?, ¿Algunos paquetes de patatas para ir a Proserpina?, ¿Unos refrescos?», manifiesta un cliente habitual desde la infancia. 

Pepe patata dentro de su furgoneta de reparto.

Pepe patata dentro de su furgoneta de reparto. / CEDIDA A EL PERIÓDICO

Con el paso de los años esta dependienta comenzó a crear vínculos de confianza con los compradores asiduos. «Estoy muy contenta aquí. Adoro este sitio y el buen trato con la clientela», dice. No hay niño en Mérida que no se haya gastado su paga en este local. «Aquí han comprado generaciones de emeritenses. Conocemos a los padres, a los hijos, los nietos...», indica a El Periódico Exremadura. Cada vez quedan menos tiendas en la capital extremeña de las de siempre. De esas a los que fueron tus abuelos, tus padres y ahora visitas tú de vez en cuando. Aquellos que han pasado de generación en generación y que para sus dueños son más que una forma de vida. Es la historia de su familia. 

Alicia atendiendo a una clienta.

Un establecimiento para endulzar Mérida. / JORGE ARMESTAR

Las gominolas han ido adoptando diferentes formas, sabores y colores, aunque las que triunfan «son las de siempre: las moras, los ladrillos, las dentaduras, las fresas...», apunta. Eso sí, esta dulce tentación al igual que los productos de bollería resulta más irresistible para unos que para otros. «Comen más golosinas y chocolate los padres que los hijos», bromea con una carcajada. Además, Alicia Rodríguez finaliza asegurando que «la gente que viene al establecimiento repite, que es lo importante. Puedo decir orgullosa que toda Mérida conoce este popular local».

Suscríbete para seguir leyendo