Ana Yáñez (Mérida, 1984) es un referente en la salud sexual en la región. Psicóloga y sexóloga, es fundadora y directora del Instituto Clínico Extremeño de la Sexología y la única representante de España en el comité asesor de la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS). También coordina el máster en Sexología de la UEx.

-Como sexóloga, ¿qué consultas suele encontrarse más a menudo?

-Cada vez son más las personas y parejas que acuden a consulta para solucionar alguna disfunción sexual o conflictos en la relación. En consulta recibo una gran diversidad de casos, pero principalmente las cuestiones siguen siendo por problemas de erección, bajo deseo y dolor en la penetración.

-Explique qué es el falocentrismo y si sigue siendo hegemónico en nuestra sexualidad

-Yo lo llamaría más bien coitocentrismo. Nuestra sociedad mantiene algunas creencias erróneas acerca de cómo sería una relación sexual “completa” o ideal, confundiendo la satisfacción en sí con la realización de la práctica del coito. La falta de educación sexual y algunos modelos de referencia que perpetúan estos mitos están detrás de que se siga considerando la necesidad de una erección como la principal preocupación para logar la satisfacción sexual del hombre y su pareja.

-¿Siguen existiendo tabúes en cuanto al placer femenino?

-Aún hay mucho que normalizar en relación al placer femenino. Hasta hace muy poco ni se hablaba del clítoris incluso. Muchas mujeres aún desconocen su cuerpo, no tienen cultivado el deseo o no se hacen responsables de su propio placer. Una vez más, la falta de educación sexual facilita que se mantengan creencias erróneas o un alto desconocimiento acerca de la sexualidad y placer femeninos.

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-¿Qué efectos tiene el porno en la visión de los jóvenes sobre el sexo?

-Que la pornografía en sí sea el “agente educativo” de nuestros jóvenes hace que se desvirtúe la función de esta como estímulo erótico y favorece que haya un incremento de las prácticas sexuales de riesgo, como no usar el preservativo o practicar sexo con violencia. Les lleva a normalizar las conductas que visualizan en la pornografía, a pesar de ser en su mayoría desigualitarias y violentas, por no disponer de un punto de vista crítico que les haga ver que se trata de “sexo-ficción”. También genera un incremento en el consumo de la prostitución y cambios en las relaciones interpersonales, pues en la pornografía se perpetúan los estererotipos de género llevándolos al extremo: el hombre es el que tiene el deseo sexual permanentemente y la mujer quien responde a ese deseo masculino, cumpliendo la función de objeto sexual disponible. Y las primeras experiencias de los más jóvenes están muy marcadas por estas ideas. Una adecuada educación sexual les daría otro punto de vista.