En estos momentos oscuros, aquello que decía Fernando Pessoa de que la patria de un hombres es su lengua adquiere un enorme valor. Y lo es sobre todo porque, frente al reduccionismo de los provincianos, siempre dispuestos a construir naciones en unos pocos kilómetros de geografía, las palabras de Pessoa apelan justo a lo contrario: la lengua como forma de unir más allá de las fronteras, de los regímenes políticos, de las razas e, incluso, de las distintas etapas de la historia.

Sin duda, la lengua española es hoy,

como lugar de encuentro de millones de seres humanos, la que da la dimensión de lo que es el siglo XXI. Una lengua global a la medida de un mundo global y de una cultura global. Es decir, una lengua capaz de dar expresión a distintos universos, a distintas realidades, a distintas sensibilidades y a distintas maneras de ver las cosas.

La lengua española hoy no separa,

sino que une; no crea barreras, sino que las elimina; no crea divergencias sino coincidencias. Si como decían los románticos, el centro está en todas partes y la periferia en ningún sitio, la lengua española tiene ahora mismo tantos centros como hombres y mujeres que la hablan, es plural y unitaria a la vez, por eso, se puede decir, que cada ser que la utiliza la está creando de nuevo.

El carácter nómada y abierto de

nuestras sociedades ha hecho del español no una lengua de estados o de patrias, sino de seres humanos concretos que se sirven de ella como punto de encuentro. En ella, alguien de Buenos Aires es el mismo que alguien de Lima. Alguien de Madrid que alguien de Miami. Alguien de México DF. que alguien de Quito o Tegucigalpa.

No hay clases sociales ni inmigrantes

en el español. Lo mismo vale la realidad mágica de la Colombia de García Márquez, que la desolación parisina de Julio Ramón Ribeyro, lo mismo vale el diálogo con los muertos de Juan Rulfo que el mundo cinematográfico respirando en La muerte en Beverly Hills de Pere Gimferrer.

Nuestro punto de encuentro no

es solo espacial, es también temporal, atraviesa toda la historia de nuestra lengua para llegar hasta nosotros con un puñado de imágenes hechas de palabras que simplemente nos crean una forma de ver el mundo. En efecto vemos el mundo a través de la muchacha enamorada que habla en un jarcha, a través del río de la vida que creó Jorge Manrique, de la contemplación de las esferas propiciada por Fray Luis de León, de la salvaguardia de la memoria de la tradición andina hecha por el Inca Garcilaso, del imán de amor de los poemas de Sor Juana Inés de la Cruz.

Siglos de convivencia en una lengua

a través de la cual se han expresado los humillados, los perseguidos, los exiliados. Que ha dado voz a revoluciones, a fracasos o a esperanzas colectivas.

Se dice que el futuro del español

está en América, y es cierto. Razones demográficas y la expansión en los Estados Unidos hacen de ese continente el pivote sobre el cual el idioma deberá afrontar sus retos en este nuevo siglo. Pero el futuro de la lengua pasa, sin duda, por su utilización en los medios de comunicación. Los medios de comunicación son los que están haciendo que nuestro idioma sea global. Son ellos los que han logrado que el uso estándar se imponga más allá de las formas de habla locales. Y son ellos, por tanto, los que están consiguiendo una real, y cada vez más evidente, unidad. El papel de los medios de comunicación es, por tanto, crucial en lo que es la realidad del español de hoy. No solo difunden la lengua sino que crean lengua, y además avalan que nuestro idioma puede ser ese instrumento más allá de límites políticos, es decir, son capaces de crear en él una verdadera dimensión cultural. Prueba de ello la tenemos en el periodismo actual que se hace en cualquier punto geográfico del idioma.

El atractivo cultural de América

y España, además de otras motivaciones de carácter económico o laboral, han hecho que el aprendizaje de nuestra lengua sea ya una industria en creciente expansión. Después del inglés, el español es la lengua más estudiada en el mundo. Casi podríamos decir que es la lengua de moda. Nuestro reto para el futuro es saber atender a esa demanda. No solo con un profesorado adecuado, sino también con un trabajo de la enseñanza del español en las redes y, por supuesto, con canales de televisión internacionales que incluyan cursos de español.

Otro reto, sin duda, es su presencia

en las instituciones europeas. España necesita que el español sea considerado de acuerdo a su expansión entre los estudiantes del todo el continente, pero también en la apertura hacia los mercados económicos y a las relaciones con América.

En estos tiempos oscuros, el español

es, en efecto, un lugar de encuentro, un lugar de concordia y un lugar de cultura. Hemos hecho una historia juntos para llegar aquí. Ya sabemos cuánto trabajo nos ha costado construirla. El futuro pasa por hacer del español nuestra casa en cualquier lugar del planeta. k