Dicen que lo que importa verdaderamente en esta vida no son los objetivos que nos marcamos, sino los caminos que seguimos para lograrlos. Pues en esas andamos un año más. Y ya habrán sido ochenta cuando toque a su fin este 2003 a punto de arrancar. Un año especial para todos los que hacemos posible cada día EL PERIODICO EXTREMADURA y, por obligada extensión, para aquellos lectores que demuestran también a diario su fidelidad. Y que además, por suerte, son cada día más.

Cuando la primavera estalle y, como cada año, devuelva a Extremadura su verde más intenso, este diario habrá llegado a octogenario sin perder por ello un ápice de frescura.

A uno le gustaría presumir de que estos ochenta años de vida del decano de la prensa extremeña se han escrito, plana a plana, para lo bueno y para lo mejor. Pero sería demasiado pretencioso. Me quedaré con esas mil historias contadas que a su vez guardan otras tantas que nunca verán la luz. Secretos de alcoba periodística almacenados bajo las siete llaves de una memoria que ha sabido retener todo lo que ha sido importante para los extremeños. En recíproca obligación con sus lectores, EL PERIODICO EXTREMADURA también ha sabido proyectar todas aquellas luces y sombras que a lo largo de tantos años han hecho de esta comunidad algo más que verde tierra de promisión. En las páginas que ahora tienen en sus manos se resume un año que fue un suspiro, preludio de mil noticias más. Nos conjuramos de nuevo para contarlas.

En el 2003 que ahora llega comprobaremos desde EL PERIODICO EXTREMADURA quién es quién en la política de nuestras ciudades. Seremos testigos de la gran batalla por la presidencia extremeña. Asistiremos con desasosiego al capítulo final de la incógnita del subsidio agrario. Daremos cuenta del regreso de nuestros voluntarios de las castigadas costas gallegas. Cruzaremos los dedos ante cada encuesta del paro. Seremos de nuevo resignados sufridores de nuestros equipos de fútbol y baloncesto. Nos disfrazaremos, en definitiva, de dignos notarios de esa realidad extremeña que se escribe día a día. Cumpliremos, sin quererlo, ochenta años. Y como el primer día.