Nos calzamos unas alpargatas de pedigüeño, nos pusimos unas calzonas de guiri hortera y nos fuimos a las terrazas del hípico, mayormente por comprobar la denuncia que recorre los corrillos cacereños: "En el hípico sólo te dejan pasar si vas maqueado de superpijo de la muerte, pero si llevas zapatillas o calzonas, los porteros no te dejan ni mirar, que contaminas".

Es medianoche y en el aparcamiento ya hay más de 300 coches. En la puerta del hípico se ve mucho segurata con chalequillo reflectante de limón y uno no sabe por dónde pasar. "Es por donde está el del pelo largo", informa un guardián del paraíso.

El vigilante de la melenita está a su bola: no se pierde el revoloteo de pibas , jais y topmodels , pero pasa de nuestras alpargatas. Superada la primera prueba, paseamos por el lugar. La crónicas hablan de una especie de jardín de los Medici con césped artificial, riachuelo y jardincillos.

La realidad es menos paradisíaca: el césped es mera moqueta verde, el riachuelo es un agüilla que corretea por una canaleta y los jardines se han convertido en maceteros. Pero el sitio mola... No es el vergel garcilasiano de "Salicio juntamente y Nemoroso", pero la Fifi y la Jésica destacan con más primor en "aquesta umbría placentera".

HIJA DEL OFICIAL DEL CIMOV

La Fifi, la Jésica, el Corrales y el Bola son los componentes del grupo teatral La Botika , que actúa en el escenario de este megapub . El público se sienta en la moqueta y se entretiene con números divertidos y bien desarrollados como el del teléfono móvil. Otros, como el de la hija de un oficial del Cimov, saben a poco.

La representación termina con reparto gratuito de preservativos. "Condones de la Junta de Extremadura, del señor Ibarra", proclaman los artistas. Acabada la función, vuelve la música y la atención se centra en las copas y en dos mulatos y una joven negra que prometen contorsiones.

Sobre la moqueta de hierba se ven pies con zapatillas deportivas, pies con chanclas, pies descalzos... "El pasado fin de semana me dijeron que en zapatillas no pasaba, pero ayer y hoy han levantado la mano", apunta un joven con atuendo de tenista.

Donde no se levanta la mano es con las entradas: todos pagan cinco euros. Bueno, todos no. Los calvos, las damas cuarentonas, los caballeros canosos y la carrocería en general entra de gorra. Dos adolescentes, botelloneras fetén, intentan seducir al segurata , pero el tipo es inasequible al coqueteo y pagan. Después salen corriendo, ansiosas y pregonando: "Vámonos a los pubs de los sobrinos de Saponi".

Cómo resistir la llamada de la sangre. ¿Los sobrinos de Saponi? "Sí, los del pub Akelarre y los del Farmacia de Guardia son sobrinos del alcalde". Salimos del botellón selecto, cruzamos el botellón del mogollón, montamos en el coche y recorremos Cáceres: ni un alma en Colón, seis mesas con clientes en la avenida de la Montaña, un 50 % de ocupación en las terrazas de La Madrila. En nueve meses todo ha cambiado para que todo siga igual: el botellón cacereño no ha muerto, pero ahora tiene moqueta.