Desde hace algún tiempo a esta parte, estamos asistiendo con cierta preocupación a la ‘rebelión de los abueletes’. Una estampa desconocida en la vida urbana española, que ya ha acarreado muchos dolores de cabeza -y alguna que otra rectificación de actitudes- a los políticos de turno; acostumbrados como estaban a manejar los asuntos de nuestros mayores con absoluta impunidad -sin ningún respeto ni consideración- por el burdo”convencimiento de que los viejos ya no vamos a protestar ni a levantar la voz.

Parece que las cosas van a cambiar en este tercer milenio. Los abuelos nos negamos a seguir siendo la tercera edad -medio sordos y sin criterios propios- a los que nadie consultaba, nadie tenía en cuenta y solamente servíamos para sacar de apuros al gobierno; que se gastó en tres años los fondos de reserva de la Seguridad Social. Fondos que habíamos ahorrado pacientemente para nuestras pensiones; para ayudar a nuestros hijos -que siguen sin trabajo y sin un salario digno para su familia-; y a nuestros nietos; que actualmente apenas tienen medios para pagar las matrículas de sus colegios.

Los actuales responsables de las cuentas públicas - especialmente de las de la Seguridad Social - dispusieron de nuestro dinero, sin preguntarnos siquiera. Con ellos taparon varios agujeros para salvaguardar y enjugar las deudas de los Bancos y Cajas de Ahorro; para reflotar empresas de construcción y explotación de autopistas de peaje y para escamotear las ‘trampas’ y ‘trampillas’ de varios dirigentes del Partido que había tergiversado los fines y objetivos de muchos capítulos de los presupuestos de sus ayuntamientos, diputaciones o comunidades autónomas para redondear sus ingresos personales o sus cuentas B en los paraísos financieros que les permitieran mayores fraudes.

La sedición de los abueletes ha sido muy ruidosa; debido a que este tipo de sediciones suelen ser muy aplaudidas incluso por la gente joven. Han marchado masivamente por calles y vías públicas sosteniendo pancartas con mensajes muy ofensivos para los sinvergüenzas y defraudadores. Tañendo cazuelas con manos de almirez y proclamando verdades sobre su situación y la de sus familias que no admiten discusión, por mucho que se tergiversen los datos de las encuestas oficiales.

Lo realmente bueno de estas ‘asonadas de vejestorios’ es que han animado a otros colectivos a levantar también sus voces para denunciar situaciones increíbles en una sociedad avanzada y civilizada; las que gracias a leyes y decretos recientemente impuestos por el Gobierno, han retrotraído a la mayoría de sus miembros a épocas pretéritas, casi olvidadas, que ya creíamos definitivamente superadas.

Por ejemplo: las mujeres, que el pasado día 8 de marzo actuaron como sus padres, madres y abuelos: Levantando la voz y proclamando las injusticias y sinrazones que sufren casi desde el principio de los tiempos.

Muchos fueron los miles de mujeres que ocuparon el foro de cientos de ciudades, apoyando una verdadera Revolución Feminista que - de tener éxito y no ser arrinconada por las fuerzas del poder, como ha ocurrido con tantas revoluciones frustradas- podrían cambiar los derroteros de la Historia. Para ver por dónde van los tiros -como diría un castizo- los colectivos políticos de centro-derecha se desmarcaron de las manifestaciones feministas, calificándolas de anticapitalistas y de izquierdas.

Cualidades que contradicen su mentalidad elitista, aporofóbica - odio a la pobreza - y plutocrática; que son las que les confieren su tradicional personalidad.