No sería necesario tener que ir con pancartas o publicando tu orientación sexual, claro que no, obvio que no, pero si hay algo de lo que no cabe duda es de que quienes tienen una orientación sexual no normativa carecen de referencias públicas positivas que sirvan para sentir que no son bichos raros, que su orientación sexual no tiene ningún tipo de problema, que ellos no tienen un problema y que en caso de haber algún problema, ese lo tiene quien es homófobo.

Para llegar a una normalización de veras se tiene que conseguir una cosa antes, y es que la diversidad que existe o el no etiquetarnos, no nos presuponga una heterosexualidad, o no nos impongan desde que nacemos: «Tú eres un niño, tienes que cumplir con esto, vestirte de esta manera, tener una habitación azul, vas a jugar al fútbol, te vas a casar con una princesa, la vas a salvar, la vas a proteger...» Cuando eso deje de ser el patrón que nos imponen, cuando realmente demos a las nuevas generaciones la libertad de elegir y de construirse como quieran, sin sufrir violencia en los patios de los colegios, sin que en los libros de texto solo aparezcan las mismas imágenes de hombres y de mujeres, sin que sea mejor tener un determinado modelo de familia que otro, sin que se cuestione si una chica que juega al fútbol es una marimacho, sin que al niño que no quiere jugar al fútbol se le imponga el insulto de maricón en el patio del colegio, hasta que eso no pase realmente todavía seguirán siendo necesarias las etiquetas.

Todo eso me lo contó una vez la activista Silvia Tostado y lo traigo hoy a colación por la inmensa alegría que me ha producido ver las imágenes de la boda de Rubén José Vizcaíno y José María Hernández Redondo, el primero trabajador en Conyser y el segundo, en la Junta de Extremadura. Ellos se conocían desde los 15 o 16, pero nunca habían hablado, hasta que hace cinco años coincidieron con un amigo común de Madrid y hasta hoy.

Rubén y José María han vivido su amor con una libertad ejemplar y con el apoyo de su familia y de todos aquellos que bien los quieren. Fue una boda entrañable, celebrada oficialmente en el Palacio de la Isla. Qué casualidades de la vida que ha sido el primer enlace oficiado por el concejal LGTBI del Ayuntamiento de Cáceres, David Holguín. Fue para el edil un momento de emoción máxima, que le recordó a toda esa lucha del colectivo por conseguir el matrimonio igualitario. Les leyó un extracto de El Principito: «Sé que, en algún lugar del mundo, existe una rosa única, distinta de todas las demás rosas, una cuya delicadeza, candor e inocencia, harán despertar de su letargo a mi alma y mi corazón. Esa rosa, existe… rodeada de amapolas multicolores, filtrando todo lo bello a través de sus ojos aperlados, cristalinos y absolutamente hermosos... Rubén y Jose, habéis hallado esa rosa en vuestro compromiso. Si alguien ama a una flor de la que solo existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas». Verdaderamente hacía tiempo que no escuchaba algo tan bello.

La conquista de la libertad

Al día siguiente, en el Complejo Aralia, el matrimonio hizo una fiesta. Acudieron el actor Santi Senso, los fotógrafos Manuel Fernández Cosme y Juanma Belmonte, el cocinero Juanma Zamorano, el estilista Christian Acedo y tantos otros que celebraron la maravillosa conquista de la libertad, que tanto me recordó a esa celebración del Orgullo que el 29 de junio reunió a un montón de cacereños en la plaza de Santiago. Entre ellos estaba el concejal de Vox, Teófilo Amores, quien precisamente esta semana ha concedido una entrevista a este diario. A mí, sinceramente, me ha parecido que en las explicaciones de Teófilo hay algo que no encaja, quiero decir, que el portavoz municipal acude a un acto como el Orgullo pero su partido, Vox, predica precisamente todo lo contrario. Escuchando a Teófilo Amores me he acordado de la disonancia cognitiva, un término que hace referencia al malestar psicológico o tensión interna que percibimos cuando una creencia personal se ve cuestionada por una nueva información incompatible o contradictoria, o cuando nuestras creencias entran en conflicto con nuestro comportamiento.

Y eso es lo que le está pasando a Teófilo, que las ideas de su partido no tienen nada que ver con su comportamiento. Al parecer, cuando en Vox se enteraron de que acudiría a la fiesta del Orgullo le aconsejaron que no aparecieran fotografías de su paso por Santiago. Pero no solo eso: Teófilo critica la situación que está viviendo el Ayuntamiento de Badajoz merced a su formación o destaca la afabilidad del alcalde Luis Salaya. No sé qué pensarán ustedes, pero hay algo en todo esto que no me cuadra. Lo primero que me planteo es que resulta inconcebible que alguien como Teófilo Amores, que militó en el PSOE, que contribuyó al asentamiento de la UGT en la provincia, ahora esté en un partido como Vox. ¿Qué hace Teófilo siendo ‘voxero’, qué hace ahí? Porque la verdad, y para ser sinceros, el bueno de Teófilo, un hombre por el que siempre he sentido un gran respeto, no ha elegido el sillón adecuado.

Y hablando de sillones, quienes los ocupan en el Ayuntamiento de Cáceres están muy contentos, a tenor de la actividad que los concejales socialistas muestran en las redes sociales, donde cada día sorprenden con grandes retos conseguidos. Me refiero, lógicamente, a lo de los chorros de agua en la plaza Mayor. Es cierto que esas fuentes, que por cierto instaló la alcaldesa Carmen Heras, llevan la intemerata averiadas, es cierto que durante años hubo una incomprensible dilación administrativa, pero es cierto que fue el gobierno del PP el que desatascó el asunto. Quiero decir, que vender como propio aquello de: ‘¡Llega el agua a la plaza Mayor de Cáceres!’ suena a hipérbole innecesaria. Me parece estupendo que arreglen las fuentes, pero que eso sea un descubrimiento de la NASA logrado por Salaya es una pasada, sobre todo cuando al darle al play van y se estropean y al final hubo que llamar ayer a una brigada para que arreglara el desaguisado.

Después de todo esto no pude por menos que darme un baño, pero de los de realidad, y me fui al Sushito de la calle Antonio Silva, que ha abierto Fernando Cattivelli y que les recomiendo. ¿Saben, por cierto, que para que El Periódico llegue a sus manos hay gente que trabaja en las rotativas? Mi compañero, el periodista José María Ortiz, tiene acuñada la frase ‘Larga vida al papel’. Bien, pues esta semana nos ha dejado Paco Valhondo. Lo ha hecho muy pronto, a los 62. Con 14 años empezó en la imprenta de este diario. Gracias a él y a tantos como él, hoy nuestro papel sigue aquí. Querido Paco, vuela más alto aún y descansa en paz.