Los cacereños no fallaron ayer a San Sebastián y San Fabián y abarrotaron los alrededores de la ermita de los Santos Mártires, en el Paseo Alto; acabaron en menos de dos horas con las 3.500 roscas de anís puestas a la venta este año, y consumieron los 60 kilos de patatera y las 85 tortillas cocinadas este año. El sol salió y convirtió la jornada en una auténtica romería.

Poco antes de la hora de inicio prevista, las 11 de la mañana, la gente ya procesionaba , hacia el Paseo Alto, pero la mayor concentración se registró entre las 12 del mediodía y la una de la tarde según fuentes policiales, que no acertaban a calcular la cantidad de público que se acercó a la cita, aunque sí precisaron que "muchos más que en años anteriores". Tal fue la cantidad de visitantes, que fue necesario interrumpir el tránsito de vehículos que se había autorizado para que las personas con dificultades de movilidad pudieran subir hasta el Paseo Alto. La policía lo desvió por el residencial Infanta Isabel porque la afluencia de público llegó a colapsar la calle que sube desde la plaza de toros a la explanada ante la ermita.

La celebración religiosa contó con la presencia de parte de la corporación municipal, entre ellos Carmen Heras que asistía a sus primeros Mártires como alcaldesa de la ciudad. Sin embargo, quien protagonizó el acto litúrgico y buena parte de la jornada fue Julita Muriel, a quien se le rindió ayer homenaje por los 27 años contribuyendo desinteresadamente a esta fiesta elaborando los coquillos que luego se venden en la mesa de pujas. En ella estuvo durante toda la mañana la mayordoma de la cofradía, Juanita Franco.

DE ESTRENO "Me hace ilusión porque es una romería a la que he venido antes de ser alcaldesa y me parece una celebración muy popular, muy de Cáceres", afirmó Heras tras cumplir con la tradición de visitar a San Sebastián y San Fabián, ya en el interior de la iglesia tras la misa. Entonces, tanto los que habían seguido la celebración desde el inicio como los que se fueron sumando según avanzaba la mañana cumplieron con las otras dos tradiciones de la jornada: comprar las roscas de anís y probar los pinchos de tortilla de patatas y patatera.

En el caso de las roscas, las cajas en las que se apilaban quedaron reducidas a cartón apenas media hora después de que finalizara misa. El precio inicial era de un euro por pieza, pero la cofradía diseñó ofertas especiales --como regalar una rosca al comprar cuatro-- y los visitantes picaron . En cuanto a las tapas, un año más se repitieron las colas en torno a los dos soportales laterales de la iglesia. Primero para comprar los tiquets que, por un euro, daban derecho a una consumición y una tapa a elegir. Después para recogerlo. Aunque Juanita Franco había anunciado un posible aumento de precio en las consumiciones, finalmente se mantuvo el del año pasado para "evitar los contratiempos de dar el cambio", como ella misma dijo. Así, antes de las dos de la tarde las tapas ya se habían agotado al ritmo de los temas del grupo cacereño Mansaborá, que ayer actuó en el escenario situado delante de las escaleras de acceso a la ermita..

Más tiempo tardaron en agotarse los productos de la mesa de pujas. Además de los coquillos de Julita Muriel había tartas, espárragos, patatera, lotes de embutido, lomo, vino de pitarra de Cañamero y un jamón. Cumpliendo con otra tradición de esta cita, finalmente un grupo de vecinos de La Zambomba compraron a la cofradía aquello que aún no habían vendido cuando el público se había retirado, cerca de las tres de la tarde.

SIN INCIDENTES A pesar de la afluencia de público la jornada concluyó sin incidentes, según la policía local y los asistentes hicieron buen uso de los contenedores como de los baños públicos instalados en el recinto.

Solo se produjeron actos vandálicos por la noche y afectaron principalmente al escenario, que pareció por la mañana con parte del tablero hundido y dos de las barras de sujeción dobladas, aunque pudo ser reparado antes de que se iniciaran los actos. También habían tirado dos contenedores.