A saber qué saldrá del mejunje Heras-Vela-Pavón. ¿Cuál será su sabor, cuál su color, cuál su olor? Quizá salga un brebaje políticamente exquisito, compuesto de efectivos e innovadores añadidos exóticos, de esos que dejan al comensal una grata e inexplicable sensación en la boca. Ultimamente, en política, están de moda los preparados inconcebibles por su explosiva composición, con regustos salados-dulces-amargos, y largo sabor en el paladar, así que, a priori, cierren la boca los agoreros que esperan mascar un pastel ácido poco consistente, porque puede que descubran un delicioso bocado de autor.

Aunque la combinación en cuestión, teniendo en cuenta la disparidad de sus ingredientes, también podría dar como resultado una insalubre pócima que nos provocara a todos una indigestión y nos tuviera con apretujones en el bajo vientre durante cuatro años. Pensemos que no. Seamos positivos, y esperemos probar un sano y rico manjar.

Carmen Heras, la dama y cabecilla del triunvirato que gobernará nuestro ayuntamiento durante los próximos cuatro años, ya anda preparando algunos condimentos para añadir al guiso; y encendiendo el fuego donde colocará la olla. De momento ya sabemos que es una alcaldesa casamentera, que sabe acoplar bien sus dedos a ojos de tijeritas oficiales que cortan cintas inauguradoras, y que le gusta el baloncesto.

Llega esta mujer al ayuntamiento con ganas de meterle candela a Cáceres y recuperar aquella llameante movida cacereña que se fue quedando en ascuas e iba para cenizas. Faltita hace una movida nueva si queremos significarnos para que nos vea el 2016, porque va a ser difícil sacar ese año de su madriguera, tan asustadito como está el pobre con tanta pretendiente.

Falta hace menear un poquito a los jóvenes para que estos agiten la cultura y se involucren en algo más que en el botellón y los macroconciertos de música; que también existe el teatro, las artes plásticas, la literatura y, por supuesto, el deporte. Mal asunto sería que la nueva movida cacereña se centrara en el botellón y concentrara a los jóvenes de nuevo en la plaza Mayor; la cultura nunca debe estar auspiciada por el botellón, y menos en un sitio donde perjudica más que beneficia --ya nos ha dado un tirón de orejas la Unesco al respecto--.

El botellón es una manifestación ociosa de los jóvenes de ahora y no hay que satanizarlo, porque no sólo se reúnen para beber --jóvenes de otras generaciones, como los hippies, se manifestaron escandalosamente concentrándose tumbados en los parques, y muchos de ellos son ahora esos yuppies que manejan la economía mundial--. Puede que ese centro de ocio, ubicado en un lugar donde nadie tenga que jorobarse, sirva para dar una alternativa racional al botellón.

Sea bienvenida la intención del concejal Felipe Vela de avivar la ciudad antigua, porque ésta debe oler menos a piedra y más a piel humana. Falta hace curar el muermo a esas calles. Un pastel pendiente de amasar y hornear por la alcaldesa novata es El Corte Inglés, que en principio ha de hacerse con recetario de monjas y cuya harina es muy dada a formar grumos, porque alguien la mezcló más de la cuenta con cemento para que la masa hinchara con generosidad y saliera más de un pastel.

Sabido es que a esta mujer, ese Corte Inglés le huele un poquito a chapuza, al igual que nos pasa a muchos ciudadanos que no vemos al rey del comercio entre callejones. Es por ello que nos gustaría que no se hiciera la divina e imperiosa voluntad del ladrillo, para que no nos quedara un raquítico Corte Inglés que encima embotellara a diario el tráfico de vehículos y aglomerara irracionalmente el tránsito de personas. Tiene Carmen Heras cuatro años por delante para cocinar un Cáceres con una nueva movida en busca del 2016. A ver con que bocados de autora nos deleita Carmen Heras, la del pelo rojo.