Cáceres tiene un problema con la música. Ni puede con las exigencias de los grandes conciertos ni tampoco con las mínimas condiciones de los de pequeño formato. La suspensión de Extremúsika, el retraso del cartel del Womad --parece increíble que los artistas se den a conocer a solo dos semanas del inicio-- y, lo que es peor, la falta de locales que programen durante el resto del año lo demuestran. ¿Se imaginan a Juanes en junio próximo soportando una inundación en su camerino? Pues eso le hubiera pasado si llega a venir a Extremúsika. Hay que reclamar un recinto en condiciones, que sea el ferial u otro lugar, para que los músicos de casa se ganen la vida y los promotores con proyectos interesantes pongan a Cáceres en la escena nacional. No admitirlo sería de necios. Y pensar en el 2016 sin un espacio al aire libre habilitado para grandes eventos tampoco. ¿No es la capitalidad el escaparate que busca Cáceres? Responsables políticos, de un lado y otro, espabilen porque sin espacios de calidad no se puede aspirar a conciertos de la misma categoría. Solo así se puede huir de la mediocridad y el conformismo, solo así se construyen las ciudades que aspiran a ser algo más.