Los inicios en el consumo de droga han bajado hasta los 13-14 años. A esas edades comienzan los coqueteos con la marihuana o el hachís en las zonas de ocio de la capital cacereña, en el entorno de los centros educativos, incluso durante los recreos... Jóvenes traficantes que necesitan vender para satisfacer su propia dependencia suelen ser los correos que llevan las sustancias hasta estos lugares. El consumo no atiende a ningún perfil ni renta familiar, hay chavales de todo tipo que se adentran en terreno farragoso, por eso conviene que los padres estén alerta y que los adolescentes aprendan a decir 'no'.

Así lo afirman los responsables de la lucha contra la droga en Cáceres. "Estamos detectando consumos en gente muy joven. Cuando tienes poca edad eres influenciable, y hoy día llega información a través de numerosos medios: internet, redes, WhatsApp...", explica Cipriano Arévalo, jefe de la Brigada de Policía Judicial de la Comisaría de Cáceres. Aunque la mayoría corta el contacto con las drogas en los inicios, si es que llegan a probarlas, una minoría se hace dependiente y pasa a sustancias más duras. "Convierten su vida en una esclavitud", lamentan los expertos policiales. Por ello, existen dos planes específicos orientados a atajar el trapicheo en las zonas escolares y de ocio.

No obstante, la capital cacereña es una población "tranquila" en este sentido. "No se consume porcentualmente más que en otras", subraya el inspector jefe del Grupo de Estupefacientes, quien prefiere permanecer en el anonimato por su trabajo diario. De hecho, ya ni siquiera existen narcopisos ni zonas de concentración de venta de estupefacientes: las incautaciones se realizan en áreas distintas y dispersas de la ciudad.

"El Bloque C de Aldea Moret sí era un espacio conflictivo, problemático. Allí se vendía, se compraba y se consumía directamente, pero se clausuró y ya no hay ningún gueto extremadamente peligroso en el que resulte difícil entrar, como existen por ejemplo en otras poblaciones extremeñas", subrayan los expertos policiales. De hecho, los traficantes ya no quieren que la droga se vincule con su vivienda, y mucho menos que nadie la compre o la tome allí, porque saben que lo primero que hará la policía es buscarla en su domicilio. Ahora tienen redes de distribución, generalmente formadas por pequeños traficantes que necesitan sacar dinero para tomar su dosis, quienes se encargan de entregarla en el punto convenido: en la calle, en la zona de copas, en los centros docentes...

"Por ello la droga está dispersa. Realizamos incautaciones en Las 300, Mejostilla, Aldea Moret, Nuevo Cáceres, el Rodeo, el centro de la ciudad, diversos bares, incluso alguna multitienda", detalla el jefe de la Brigada de Policía Judicial. En cualquier caso, el que la consume sabe dónde tiene que buscarla o a quién llamar, porque en Cáceres los estupefacientes tampoco están literalmente al alcance de la mano.

Las sustancias más habituales en esta ciudad son la marihuana, el hachís y la cocaína. La heroína como tal ya no se consume inyectada, salvo alguna excepción, puesto que crea una adicción muy fuerte y rápida que arrastra a la muerte en la mayoría de los casos. Lo que más se consume es el hachís seguido de la marihuana, muchas veces cultivada para el autoconsumo. Ambas son menos caras que la cocaína, que ocupa el tercer lugar.

OTRAS SUSTANCIAS Por detrás existen otras sustancias como los chinos , generalmente realizados con una mezcla de cocaína y heroína que se quema con papel plata para inhalar los vapores (el efecto es inmediato y bastante adictivo). La policía también interviene otros estupefacientes muy peligrosos como anfetaminas, speed o tripis, aunque su consumo es más bajo en Cáceres porque generalmente están relacionados con un tipo de música de la que apenas existen locales en la ciudad.

Este es el perfil del mercado de la droga en Cáceres, que no ha cambiado con la crisis. "Quizás hemos detectado algún caso de personas sin empleo que pueden haber colaborado esporádicamente con los traficantes para conseguir dinero, haciendo el transporte desde otra localidad, pero ni ha sido habitual ni se ha notado un aumento", explica el inspector jefe del Grupo de Estupefacientes. En cuanto a los consumidores, la crisis tampoco les ha apartado de la adicción a la droga. "Los que ya son habituales se buscan la vida como pueden, y si no tienen recursos se meten en el mundo de la delincuencia. Desgraciadamente solo tienen un pensamiento: consumir hoy como sea", señalan los responsables policiales.

En consecuencia, buena parte de los delitos que se cometen a diario en una ciudad como Cáceres, de baja incidencia, se deben a la necesidad de tomar estupefacientes. "Muchas de las detenciones que se realizan por robos en coches, tiendas, almacenes, estancos o hurtos al descuido se vinculan con el consumo de drogas", revelan los policías, que ven cómo algunos adictos salen recuperados de la cárcel o de los centros de desintoxicación, y habitualmente vuelven a caer si regresan al mismo círculo de amistades y carecen de un trabajo que estabilice sus vidas.

Además, muchos consumidores también acaban trapicheando para pagar su propio consumo. "Compran varias dosis, les añaden otras sustancias, sacan más, las venden y se llevan el margen. La droga nunca llega pura, toda la cadena la va adulterando", indican los policías, recordando que esos nuevos componentes pueden provocar peores efectos y adicciones. Hay infinidad de sustancias de corte para aumentar el peso y ganar más dinero, desde talco, tiza, yeso o lactosa hasta anestésicos o fármacos depresores.