Hasta la solidaridad más desinteresada carece muchas veces de un final feliz. El último ejemplo es el de Francisco Arnau, un sintecho de cerca de 60 años, natural de la comunidad valenciana, que falleció este fin de semana solo en un domicilio de la calle Margallo. "La vivienda era de un hombre que le había permitido quedarse allí pero estaba en unas condiciones lamentables", cuenta Gianni Vettori, amigo de Arnau y cura de la Congregación de los Pavonianos, también conocidos como los Hijos de María Inmaculada, que alertó a la policía este pasado sábado de que hacía tiempo que Paco --como él conocía a Arnau-- no venía a visitarle, cuando nunca faltaba al café matutino con Vettori.

Ambos se conocían desde hace casi 20 años y guardaban una relación que iba más allá de la mera caridad o la atención al necesitado. "El venía todos los días puntual, a las 10.30 horas, me tocaba el timbre para tomar un café y yo lo dejaba todo para estar con él porque ya era un amigo para mí, no una persona necesitada", cuenta Vettori. A mediodía, Arnau acudía al comedor social de las Hijas de la Caridad, en la plaza del Socorro, y por las tardes no se olvidaba de su taza de café en el Centro Hogar Ludovico Pavoni.

Fue a raíz de su ausencia en los cafés de este último centro o desde que las hermanas del comedor le echaran en falta cuando Vettori comenzó a buscarlo sin suerte, hasta que acabó alertando a las autoridades. "No le conocíamos personalmente pero recuerdo que siempre lo veíamos contento", asegura Sor Rosario, una de las hermanas de las Hijas de la Caridad.

Vettori, entretanto, "le mandaba recados a la gente del comedor. Les decía que le saludaran de mi parte y que le dijeran que le espero siempre. Pero nadie sabía de él y nos acercamos a donde vivía. Estaba todo cerrado, ventanas, puertas... llamamos fuerte '¡Paco, Paco!' pero nadie se asomó y los vecinos nos dijeron que después de Navidad no lo habían visto. Al día siguiente, tras pasar por su casa otra vez sin verle, fui a la policía".

Problemas de adicción

A Arnau la vida le pegó un palo detrás de otro. Tras perder completamente la relación con su familia, ingresó en asociaciones de acompañamiento a personas con problemas de adicción en Badajoz y a su vuelta a Cáceres, hace algunos años, perdió a su compañero de piso. "Cuando lo conocía vivía en el bar El Matadero, que estaba completamente destrozado, sin puertas ni ventanas. Luego estuvo yendo y viniendo, su familia estaba rota, vivió con otra persona que se murió... Es una historia muy triste", revela Vettori, que recuerda los últimos días de su amigo. "Al final estaba muy frágil, prácticamente era hueso y piel. De vez en cuando empezaba a sudar de golpe, tenía mal la circulación... Estaba tan delgado que daba casi miedo. Pero nunca le vi alterado y era muy bonito cuando venía a buscarme", recuerda.

Por ello, en honor a su amigo, este próximo sábado a las 19.00 horas la ermita del Vaquero acogerá una misa especial a cargo de Gianni Vettori. "Será un detalle y he invitado a todas las personas de la calle con las que trato".

Vettori trabajó durante 13 años como capellán de la prisión. Después lo dejó y se dedicó en cuerpo y alma a la atención de personas sin recursos. "En la casa tenemos un grupo de jóvenes con el que hacemos diferentes actividades culturales, excursiones, campamentos... Aquí intentamos formar una familia donde caben todos y si tienen una carencia nuestro compromiso es compensar eso con más atención y cariño"; tratar de evitar un destino fatal como el que corrió Arnau.