"Es muy duro, y difícil de aceptar, que a los 21 años te digan que tienes cáncer". Lo reconocen Judith Alfageme y Rosa Teomiro, dos jóvenes cacereñas, de 25 y 23 años, que a tan temprana edad han tenido que superar un duro tratamiento y autotrasplantes de médula ósea. Aún no han superado el miedo, pero se muestran fuertes y dispuestas a hacer frente a la enfermedad.

Ambas han colaborado en el trabajo sobre los pacientes trasplantados de médula ósea con el que ocho enfermeros del hospital San Pedro de Alcántara han conseguido un premio nacional, y hoy hablan de sus experiencias para EL PERIODICO.

Judith supo que tenía un cáncer linfático a los 21 años, la misma edad que tenía Rosa cuando la diagnosticaron una leucemia. Para Judith fue un duro golpe: "hasta que no te pasa a tí no te das cuenta de que el cáncer no tiene edad, que no sólo ataca a personas mayores". Pero su carácter positivo la llevó enseguida a hacerle frente. "Sabía que tarde o temprano tendría que aceptarlo y luchar para poder superarlo", relata.

A Rosa le costó más: "No lo aceptaba y todo lo vivía como si no fuera yo, como si se tratara de una película, hasta que reconocí que me pasaba a mí y que cabía la posibilidad real de que podía morir. Entonces caí en una depresión de la que pude salir gracias al apoyo familiar y del personal del hospital".

Un apoyo necesario

Judith y Rosa reconocen que para superar esta enfermedad, de la que no ocultan su dureza y efectos secundarios, es fundamental, además del tratamiento médico, el apoyo psicológico y, por supuesto, de la familia y cuantos te rodean.

Su única solución era someterse a un trasplante de médula ósea. Sabían del riesgo, pero lo hicieron, y hoy aseguran que físicamente están bien, aunque no ocultan que el temor a la recaída sigue presente. "Podemos hacer una vida más o menos normal, pero el miedo a recaer te limita en ciertos aspectos, pues la incertidumbre ante el futuro es un freno, por ejemplo, a la hora de tomar decisiones a largo plazo".

Ellas tuvieron la suerte de que pudieran realizarles un autotrasplante, un trasplante de su propia médula, pero no dejan de pensar en los muchos que necesitan la de un donante para poder superar la enfermedad. No quieren, por ello, dejar de hacer una llamada a la donación, "animar a todos a ser donantes de médula ósea, pues es muy fácil y pueden salvar muchas vidas".