Alguien ha dicho de Enrique Higuero Manzano que era, por encima de todo, un señor. No por tópica resulta convincente la descripción de quienes, en esta casa y fuera de ella, lamentamos profundamente su pérdida, producida ayer en el hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres. EL PERIÓDICO EXTREMADURA ya no será el mismo sin él, sin uno de sus más genuinos talentos, sin uno de sus principales hacedores desde hace casi tres décadas. Enrique se va en la sombra, discreto, como su personalidad misma, pero dando luz, la que inopinadamente se le apagó ayer sin haber cumplido todavía los 56 años de edad.Se fue Enrique, se nos va alguien unánimemente querido que recibirá el homenaje póstumo de los suyos (hoy, 10.00 horas, capilla del tanatorio San Pedro de Alcántara). Se nos va un señor, en efecto, pero también un creador. Desde su cámara, desde su tipómetro, desde su ordenador, desde hace tanto tiempo y desde hace tan poco. Desde su fino humor, desde su siempre bien entendida cabezonería. Se marcha un creador de ilusiones. Un señor de la fantasía. Un adelantado a su tiempo en el campo del diseño, donde marcó un particularísimo estilo en la prensa regional. Un antes y un después subrayados en el calendario de un periódico, el suyo, ése al que tanto dio.Enrique Ache (así firmaba) fotografió acontecimientos parapetándose detrás de su reconocible objetivo, siempre genial. Paisajes de la Extremadura que tan profundamente amó. De su Cáceres. De su Alcúescar. De su Hinojal (donde fue cartero). De su gente. Enrique ejerció de periodista en la sombra, dando ideas, aportando soluciones, estando ahí, sin horarios, sin reproches, con discreción y a discreción. Un creador de fantasías, las suyas propias y las que contagiaba, desprendido, a los demás.Quienes no somos objetivos con él al asegurar que se nos ha ido alguien muy muy grande, ya notamos su pérdida. Nos ha ayudado, nos ha enseñado, nos ha aconsejado en los buenos y en los malos momentos y hasta nos ha mimado. Enrique era de esos tipos respetados y queridos porque sí, simplemente, por ese halo de humanidad que desprendía.Más de 20 años y tantos y tantos recuerdos se agolpan al lado de Enrique. Su cámara fotografió el subcampeonato copero del Cáceres CB en León el año 1997 con la imagen de Enrique Fernández levantando el trofeo, como antes lo había hecho, desde un armatoste para enviar fotos que solamente él podía arreglar, en Andorra. Le ponía ilusión Ache a todo y con todos, desde la atalaya del bar de su amigo Antonio, en La Madrila, cuando fuimos testigos, en el ya lejano 91, de aquellos desórdenes públicos que dieron la vuelta al mundo.Enrique cabalgaba en su particular mundo --ese aparentemente ininteligible pero que todo el mundo finalmente entendía-- en la búsqueda de la creación. Él se inventó páginas diseñadas con un sello propio, inconfundible, que enriquecieron, y nunca mejor dicho, la maquetación de este diario. Fue fiel a sus principios --lo cual le granjeó algún problema, siempre solucionado porque él era un gran tipo-- y con ellos nos ha dejado, con ese perfil tan suyo, tan diferente.Ache fue amigo de sus amigos al tiempo que un profesional intachable. Jamás escatimó un minuto para hacer tal o cual cosa en pro de la causa, su causa, la causa de todos. Sentía la camiseta, apelando al tópico futbolero, porque su camiseta era la de este periódico, pero también la de su ciudad, la de su gente, la de su espacio.Perdemos a Enrique, pero ganamos su entrañable recuerdo y su legado serio y solidario, toda una herencia personal y profesional de incalculable valor para los que le quisimos tal y como era, con sus manías y su cambiante humor, con su sello personal, pero transferible.Enrique, en fin, no se va en realidad. Tipos como él no se van nunca. Lo siento, amigo, sé que no querías publicidad para tu propio beneficio porque no te hacía falta. Perdón por saltarme las reglas y escribir bien de ti, pero por aquí dejas una legión de personas a las que has hecho muy felices con tu humildad y compañerismo. Te echaremos de menos, pero siempre, siempre, estarás con nosotros.